Misal Romano (tercera edición) - Plegaria eucarística II

ORDINARIO DE LA MISA

PLEGARIA EUCARÍSTICA II


120. Aunque esta plegaria eucarística tiene un prefacio propio que forma parte de su misma estructura, puede usarse también con otros prefacios, especialmente con aquellos que presentan una breve síntesis del misterio de la salvación; por ejemplo, con los prefacios comunes.

Texto musicalizado en Apéndice I.

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.

V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.

EN verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.

Por él, que es tu Verbo, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María, la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.

Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.

Por eso, con los ángeles y todos los santos,
proclamamos tu gloria diciendo a una sola voz:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

121. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad;

122. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y sobre el cáliz conjuntamente, diciendo:

de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.

Junta las manos.

123. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.

El cual,
cuando iba a ser entregado a su pasión,
voluntariamente aceptada,

[En la misa vespertina del Jueves Santo: 

El cual,
en esta misma noche, cuando iba a ser entregado a su pasión,
voluntariamente aceptada,]

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, 
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.

124. Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR VOSOTROS Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. 
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.

125. Luego dice una de las siguientes fórmulas:

Este es el Misterio de la fe.

     O bien:

Este es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

     O bien:

Aclamemos el Misterio de la fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:

Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

     O bien:

Proclamemos el Misterio de la fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:

Sálvanos, Salvador del mundo,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

126. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Así, pues, Padre,
al celebrar ahora
el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

En la Natividad del Señor y durante su octava, en la Epifanía del Señor, en la misa vespertina del Jueves Santo, desde la misa de la Vigilia pascual hasta el segundo domingo de Pascua, en la Ascensión del Señor y en el domingo de Pentecostés se dice Acuérdate, Señor propio.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra;

[En los domingos, cuando no hay otro Acuérdate, Señor más propio, puede decirse:

y reunida aquí en el domingo,
día en que Cristo ha vencido a la muerte
y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;]

y con el papa N.,
con nuestro obispo N.,

[Aquí se puede hacer mención del obispo coadjutor o de los obispos auxiliares:

con el obispo coadjutor (auxiliar) N.,

     o bien: 

y sus obispos auxiliares,

El obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:

conmigo, indigno siervo tuyo,

     o bien, cuando celebra un obispo que no es el ordinario diocesano, dice:

con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
conmigo, indigno siervo tuyo,]

y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.

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«Acuérdate, Señor» propios de algunas solemnidades

En la Natividad del Señor y durante su octava:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí (en la noche santa) en el día santo en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo;*

En la Epifanía del Señor:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día santo en que tu único Hijo, eterno como tú en la gloria, se manifestó en la realidad de nuestra propia carne;*

Desde la misa de la Vigilia pascual hasta el segundo domingo de Pascua:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí (en la noche santísima) en el día santísimo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo;*

En la Ascensión del Señor:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día glorioso en que Cristo ha sido constituido Señor del cielo y de la tierra;* 

En el domingo de Pentecostés:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el día en que la efusión de tu Espíritu ha hecho de ella sacramento de unidad para todos los pueblos;*

*y con el papa N.,
con nuestro obispo N.,
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
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En las misas de Pascua, de su octava y en el bautismo de adultos; en la misa del bautismo de niños, de confirmación, de primera comunión, del matrimonio y por los difuntos se dicen las intercesiones particulares.

Acuérdate también de nuestros hermanos
que durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José,
los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

Junta las manos.

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Intenciones particulares

En las misas de Pascua, de su octava y en la del bautismo de adultos:

Acuérdate también de los neófitos [N. y N.] que hoy, por el bautismo [y la confirmación], han entrado a formar parte de tu familia; ayúdales a seguir a Cristo, tu Hijo, con ánimo generoso y ferviente.

En la misa del bautismo de niños:

Acuérdate también de nuestros hermanos N. y N. (de aquellos hermanos nuestros) que hoy has hecho renacer del agua y del Espíritu Santo, librándolos del pecado; tú, que los has incorporado, como miembros vivos, al cuerpo de Cristo, inscribe también sus nombres en el libro de la vida.

En la misa de la confirmación:

Acuérdate también de tus siervos [N. y N.] a los que hoy te has dignado confirmar con el don del Espíritu Santo y consérvalos en tu gracia.

En la misa de primera comunión:

Acuérdate de tus hijos [N. y N.] que por vez primera invitas en este día a participar del Pan de vida y del Cáliz de salvación, en la mesa de tu familia; concédeles crecer siempre en tu amistad y en la comunión con tu Iglesia.

En la misa del matrimonio:

Acuérdate, Señor, de N. y N., a quienes has concedido llegar al día de su matrimonio; que permanezcan, por tu gracia, en el amor mutuo y la paz.

En la misa por los difuntos se puede añadir:

Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste [hoy] de este mundo a tu presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección.
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127. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz. y elevándolos, dice:

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:

Amén.

Después sigue el rito de comunión.


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