Misal Romano (tercera edición) - Ordinario de la Misa: Liturgia eucarística

ORDINARIO DE LA MISA

LITURGIA EUCARÍSTICA

Textos musicalizados en Apéndice I.

Preparación de los dones

21. Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el Misal.

22. Conviene que los fieles expresan su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.

23. El sacerdote, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y, teniéndola con ambas manos un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja:

Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.

Después, deja sobre el corporal la patena con el pan.

Si no se hace canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo aclama:

Bendito seas por siempre, Señor.

24. El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:

Por el misterio de esta agua y este vino,
haz que compartamos la divinidad
de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.

25. Después, el sacerdote toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en voz baja:

Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.

Después deja el cáliz sobre el corporal.

Si no se hace canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo aclama:

Bendito seas por siempre, Señor.

26. A continuación, el sacerdote, inclinado profundamente, dice en secreto:

Acepta Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que este sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

27. Y, si es oportuno, inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al sacerdote y al pueblo.

28. Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:

Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.

29. Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:

Orad, hermanos,
para que este sacrificio, mío y vuestro,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

     O bien:

En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.

     O bien:

Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo se pone de pie y responde:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia.

Oración sobre las ofrendas

30. Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas. Concluida la oración sobre las ofrendas, al final de la cual, el pueblo aclama:

Amén.
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La oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve, que el sacerdote dice con las manos juntas.

Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:

Él, que vive y reina por los siglo de los siglos.

Si la oración se dirige al Hijo:

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
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PLEGARIA EUCARÍSTICA

31. Entonces, el sacerdote empieza la plegaria eucarística .

Extendiendo las manos, dice:

El Señor esté con vosotros.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

El sacerdote, elevando las manos, prosigue:

Levantemos el corazón.

El pueblo:

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El sacerdote, con las manos extendidas, añade:

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

El pueblo:

Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas.

Al final del prefacio junta las manos y, en unión con el pueblo, concluye el mismo prefacio, cantando o diciendo con voz alta:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
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En latín:

Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Hosánna in excélsis.
Benedíctus qui venit in nómine Dómini.
Hosánna in excélsis.
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32. En todas las mismas, el sacerdote celebrante puede cantar algunas partes de la plegaria eucarística, especialmente las principales, como se encuentra en el Apéndice I.

En la plegaria eucarística primera, o Canon romano, se puede omitir lo que se encuentra entre corchetes.


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