Leccionario I (B) - Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

TIEMPO DE CUARESMA

DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR


CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN

EVANGELIO (opción 1)
Mc 11, 1-10
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

CUANDO se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta;
y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».

Palabra del Señor.

EVANGELIO (opción 2)
Jn 12, 12-16
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, la gran multitud de gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando:
«Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!».
Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito:
«No temas, hija de Sion;
he aquí que viene tu Rey,
sentado sobre un pollino de asna».
Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él.

Palabra del Señor.


MISA

La Misa de este domingo tiene tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral aconseje lo contrario.

Dada la importancia de la lectura de la historia de la Pasión del Señor, el sacerdote, si es necesario por la índole de la asamblea, podrá decidir que se lea una sola de las dos lecturas que preceden al Evangelio, o inclusive que se lea únicamente la historia de la Pasión, incluso en su forma breve.

Estas normas solo pueden aplicarse en las Misas celebradas con participación del pueblo.

PRIMERA LECTURA
Is 50, 4-7
No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
(Tercer cántico del Siervo del Señor)

Lectura del libro de Isaías.

EL Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
     para saber decir al abatido una palabra de aliento. 
Cada mañana me espabila el oído, 
     para que escuche como los discípulos. 
El Señor Dios me abrió el oído; 
     yo no resistí ni me eché atrás. 
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, 
     las mejillas a los que mesaban mi barba; 
     no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. 
El Señor Dios me ayuda, 
     por eso no sentía los ultrajes; 
     por eso endurecí el rostro como pedernal, 
     sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2ab)
R/.   Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

        V/.   Al verme, se burlan de mí, 
                hacen visajes, menean la cabeza: 
                «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 
                que lo libre si tanto lo quiere».   R/.

        V/.   Me acorrala una jauría de mastines, 
                me cerca una banda de malhechores; 
                me taladran las manos y los pies, 
                puedo contar mis huesos.   R/.

        V/.   Se reparten mi ropa, 
                echan a suerte mi túnica. 
                Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
                fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.   R/.

        V/.   Contaré tu fama a mis hermanos, 
                en medio de la asamblea te alabaré. 
                «Los que teméis al Señor, alabadlo; 
                linaje de Jacob, glorificadlo; 
                temedlo, linaje de Israel».   R/.


SEGUNDA LECTURA
Flp 2,6-11
Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

CRISTO Jesús, siendo de condición divina, 
     no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; 
     al contrario, se despojó de sí mismo 
     tomando la condición de esclavo, 
     hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
     se humilló a sí mismo, 
     hecho obediente hasta la muerte, 
     y una muerte de cruz. 
Por eso Dios lo exaltó sobre todo 
     y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; 
     de modo que al nombre de Jesús 
     toda rodilla se doble 
     en el cielo, en la tierra, en el abismo, 
     y toda lengua proclame: 
     Jesucristo es Señor, 
     para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.


Versículo antes del Evangelio
Cf. Flp 2,8-9

Puede emplearse alguna de las aclamaciones propuestas, y se dice antes y después del siguiente versículo

Cristo se ha hecho por nosotros obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.


Para la lectura de la historia de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, ni se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro. Esta lectura la proclama el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero puede también ser proclamada por lectores laicos, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo. 

Si los lectores de la Pasión son diáconos, antes del canto de la Pasión piden a bendición al celebrante, como en otras ocasiones antes del Evangelio; pero si los lectores no son diáconos se omite esta bendición.

EVANGELIO (forma larga)
Mc 14, 1 — 15,47
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte
Cronista
Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. «¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Y reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya».

Prometieron a Judas Iscariote darle dinero
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
C. Él envió a dos discípulos diciéndoles:
+ «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”.
Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí».
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo
C. Al atardecer fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús:
+ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».
C. Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Seré yo?».
C. Respondió:
+ «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza
C. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+ «Tomad, esto es mi cuerpo».
C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
+ «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres
C. Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+ «Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
C. Pedro le replicó:
S. «Aunque todos caigan, yo no».
C. Jesús le dice:
+ «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».
C. Pero él insistía:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir espanto y angustia
C. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos:
+ «Sentaos aquí mientras voy a orar».
C. Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice:
+ «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad».
C. Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y decía:
+ «Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres».
C. Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro:
+ «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice:
+ «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Prendedlo y conducidlo bien sujeto
C. Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. «Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto».
C. Y en cuanto llegó, acercándosele le dice:
S. «¡Rabbí!».
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos.
Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban.
Y algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra él diciendo:
S. «Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas, y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas”».
C. Pero ni siquiera en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote, levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote:
S. «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?».
C. Jesús contestó:
+ «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo».
C. El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice:
S. «Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?».
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. «Profetiza».
C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a ese hombre del que habláis
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:
S. «También tú estabas con el Nazareno, con Jesús».
C. Él lo negó diciendo:
S. «Ni sé ni entiendo lo que dices».
C. Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. «Este es uno de ellos».
C. Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:
S. «Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. «No conozco a ese hombre del que habláis».
C. Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «Crucifícalo».
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «Crucifícalo».
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),

«Fue contado entre los enemigos»
C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los otros crucificados lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».
C. (Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, llama a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó
una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor.

EVANGELIO (forma breve)
Mc 15, 1-39
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
Cronista
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «Crucifícalo».
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «Crucifícalo».
C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le ponen una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

Conducen a Jesús al Gólgota
C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),

«Fue contado entre los enemigos»
C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los otros crucificados lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
«Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».
C. (Que significa:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, llama a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

Palabra del Señor.


© Conferencia Episcopal Española

7 comentarios:

  1. casi al principio de la pasion esta esta frase: «La qué viene este derroche de perfume?;supongo esta mal y deberia ser: <<¿A qué viene este derroche de perfume?

    ResponderEliminar
  2. Perdón por el error. Ya está corregido. Cualquier otra errata que localice, le rogamos que nos la haga saber. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  3. En la proclamación del Evangelio pone "San Mateo" cuando está claro que es "San Marcos"

    ResponderEliminar
  4. gracias por compartir esta información es muy útil saber que formas posibles puede tomar esta celebración y nosotros cantores litúrgicos estar en sintonismo y no solo estar en espera de cuando nos toca participar en el canto

    ResponderEliminar
  5. a sion le falta la tilde en el evangelio de la procesion de palmas , la paz

    ResponderEliminar