Misal Romano (tercera edición) - Plegaria eucarística para las misas con niños III

 APÉNDICE VI


PLEGARIA EUCARÍSTICA
PARA LAS MISAS CON NIÑOS III


V/. El Señor esté con vosotros. 
R/. Y con tu espíritu. 

V/. Levantemos el corazón. 
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor. 

V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. 
R/. Es justo y necesario.

El sacerdote, con las manos extendidas, continúa según los diversos tiempos del año litúrgico.

A. Tiempo ordinario:

TE damos gracias, Señor.
Tú nos has creado
para que vivamos para ti
y nos amemos los unos a los otros.
Tú que quiere que nos miremos y dialoguemos como hermanos,
de manera que podamos compartir
las cosas buenas y también las difíciles.*

B. Tiempo de Adviento:

TE damos gracias, Señor.
Tú nos has creado
para que podamos conocerte, amarte
y vivir siempre contigo.
Muchas veces has ofrecido a los hombres tu amistad
y por medio de los profetas
nos has enseñado a esperar en tus promesas.
Cuando llegó el tiempo,
que tu pueblo había deseado tanto,
nos mandaste a tu único Hijo
como hermano mayor de nuestra familia,
para que todos pudiéramos vivir como amigos tuyos.
Cuando él vuelva al fin del mundo
nos invitará a la fiesta de la vida
en la felicidad de su casa.*

C. Tiempo de Navidad:

TE damos gracias, Señor,
porque en tu amor creaste el mundo
y no abandonaste en el mal
a los hombres que habían pecado,
sino que viniste a su encuentro.
Ahora nos has mandado a tu querido Hijo Jesús,
como luz que resplandece en las tinieblas
Él era rico y se hizo pobre por nosotros,
para que nosotros fuéramos ricos con su amor.*

D. Tiempo de Cuaresma:

TE damos gracias, Señor,
porque haces cosas maravillosas
para darnos a conocer lo bueno que eres.
No sólo a los buenos sino también a los malos
les concedes días repletos de flores, de frutos
y de muchas cosas buenas,
para que las admiremos
y juntos gocemos de ellas.
Como Padre bueno tienes paciencia
con los que caen en el pecado
y esperas que se conviertan y sean mejores.*

E. Cincuentena pascual:

TE damos gracias, Señor,
porque tú eres el Dios de los vivientes,
que nos llamas a la vida
y quieres que gocemos de una felicidad eterna.
Tu has resucitado a Jesucristo
de entre los muertos,
el primero entre todos,
y le has dado una vida nueva.
A nosotros nos has prometido lo mismo:
una vida sin fin, sin penas ni dolores.*

Y prosigue:

* Por eso, Padre, estamos contentos y te damos gracias.
Nos unimos a todos los que creen en ti,
y con los santos y los ángeles
te cantamos con gozo:

Todos aclaman: 

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.,
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

El sacerdote, con las manos extendidas, dice: 

Señor, tú eres santo.
Tú eres siempre bueno con nosotros
y misericordioso con todos.
Te damos gracias, sobre todo, por tu Hijo Jesucristo.

Y continúa según los diversos tiempos del año litúrgico:

A. Tiempo ordinario:

Él quiso venir al mundo
porque los hombres se habían separado de ti
y no lograban entenderse.
Él nos abrió los ojos
para que veamos que todos somos hermanos
y que tú eres el Padre de todos.*

B. Tiempo de Adviento:

Él es tu Palabra que nos mantiene despiertos;
y en las cosas pequeñas y en las grandes
nos ayuda a descubrir
las pruebas de tu amor
y la alegría que viene de ti.*

C. Tiempo de Navidad:

Él es la verdadera luz del mundo,
que ha venido a iluminar
a todos los que buscan sinceramente.
Él es el Príncipe de la paz,
que nos hace renacer como hijos de Dios,
portadores de paz entre los hombres.
Él es Dios con nosotros,
que quiere que experimentemos ya desde este mundo
lo que será la alegría eterna del cielo.*

D. Tiempo de Cuaresma:

Él llama a todos los hombres
para que se conviertan y crean en el Evangelio.
Ofreciendo su vida en la cruz
nos ha librado del pecado y de la muerte
y nos ha dado un corazón nuevo
para que vivamos como él.*

E. Cincuentena pascual:

Él nos anunció la vida
que viviremos junto a ti
en la luz y en la eternidad;
nos enseñó también el camino de esa vida,
camino que hay que andar en el amor
y que él recorrió primero.*

Y prosigue:

Él nos reúne ahora en torno a esta mesa,
porque quiere que hagamos
o mismo que él hizo en la última Cena.

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:

de manera que sean
el Cuerpo  y la Sangre de tu Hijo Jesucristo.

Junta las manos.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.

Porque Jesús antes de morir por nosotros,
mientras estaba cenando por última vez con sus discípulos,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el pan,
te dio gracias,
lo partió
y se lo dio, diciendo:

Si inclina un poco.

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión. 

Después, prosigue:

Del mismo modo,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, diciendo:

tomó el cáliz lleno de vino,
te dio gracias de nuevo
y lo pasó a sus discípulos diciendo:

Se inclina un poco.

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR VOSOTROS Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

Y les dijo también: 
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego el cáliz sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.

Después, el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Por eso, Padre santo,
estamos reunidos delante de ti
y recordamos llenos de alegría
todo lo que Jesús hizo para salvarnos.
En este santo sacrificio,
que él mismo entregó a la Iglesia,
celebramos su muerte, y su resurrección.
Padre, que estás en el cielo,
te pedimos que nos recibas a nosotros
con tu Hijo querido.
Él aceptó libremente la muerte por nosotros,
pero tú lo resucitaste.
Por eso, llenos de alegría, te cantamos:

Todos aclaman:

Señor, tú eres bueno,
te alabamos,
te damos gracias.

El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:

Él vive ahora junto a ti
y está también con nosotros.

Todos aclaman:

Señor, tú eres bueno,
te alabamos,
te damos gracias.

El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:

Él vendrá lleno de gloria al fin del mundo
y en su reino no habrá ya pobreza ni dolor,
nadie estará triste, nadie tendrá que llorar.

Todos aclaman:

Señor, tú eres bueno,
te alabamos,
te damos gracias.

El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue:

Padre santo, tú nos has llamado a esta mesa,
para que en la alegría del Espíritu Santo,
comamos el Cuerpo de tu Hijo.
Haz que este Pan de vida eterna
nos dé fuerza y nos ayude a servirte cada día mejor.
Acuérdate, Señor, del santo Padre, el papa N.,
de nuestro obispo N.,

[Aquí se puede hacer mención del obispo coadjutor o de los obispos auxiliares:

del obispo coadjutor (auxiliar) N.,

     o bien: 

y de sus obispos auxiliares,

El obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:

de mí, indigno siervo tuyo,

     o bien, cuando celebra un obispo que no es el ordinario diocesano, dice:

de mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
de mí, indigno siervo tuyo,]

y de todos los Obispos.

Y continúa según los diversos tiempos del año litúrgico.

A. Tiempo ordinario:

Ayuda a todos los que creemos en Cristo,
para que trabajemos por la paz del mundo
y sepamos comunicar a los demás nuestra alegría.*

B. Tiempo de Adviento:

Da a tus hijos la gracia de hacerlo todo bien,
incluso las cosas pequeñas de cada día,
de disponernos así para recibir a Jesús que se acerca.*

C. Tiempo de Navidad:

Haz que tus hijos te den gloria en el cielo
y trabajen para que haya paz en la tierra
entre los hombres que tú amas.*

D. Tiempo de Cuaresma:

Concede a tus hijos la gracia
de hacer cada día las cosas que a ti te gustan,
para que así seamos luz del mundo
y ejemplo de bondad ante todos nuestros hermanos.*

E. Cincuentena pascual:

Llena los corazones de tus hijos
con la alegría de la Pascua,
para que la anuncien a todos los hombres que viven tristes.*

Y prosigue:

* Acuérdate también de nuestros hermanos que han muerto,
admítelos a contemplar la luz de tu rostro;
y concédenos que todos, un día,
junto con Cristo,
con María, la Madre de Jesús,
y todos los santos,
vivamos contigo en el cielo para siempre.

Junta las manos.

Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

Por Cristo, con él y en él, 
a ti, Dios Padre omnipotente, 
en la unidad del Espíritu Santo, 
todo honor y toda gloria 
por los siglos de los siglos. 

Todos aclaman: 

Amén.

Después sigue el rito de comunión.


© Conferencia Episcopal Española

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