6 de noviembre
Beatos Valentín Palencia Marquina, presbítero,
y compañeros, mártires
y compañeros, mártires
Memoria
El beato Valentín Palencia Marquina nació en Burgos el 26 de julio de 1871. Ordenado presbítero en Burgos, el día 21 de diciembre de 1895, se dedica a la educación cristiana de los niños pobres, llegando a fundar en 1898 el «Patronato de San José». Mientras se encontraba en Suances con sus alumnos, fue arrestado y algunos de éstos, los beatos Donato Rodríguez García (Santa Olalla de Valdivieso 1912), Germán García García (Villanueva de Argaño 1913), Zacarías Cuesta Campo (Villasidro 1917) y Emilio Huidobro Corrales (Villaescusa del Butrón 1918), quisieron seguir su ejemplo acompañándolo hasta el martirio, que tuvo lugar en el monte Tramalón de Ruiloba (Cantabria), el día 15 de enero de 1937, durante la persecución religiosa contra la Iglesia en España.
Del Común de varios mártires.
Oficio de lectura
SEGUNDA LECTURA
De los tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san
Juan.
(Tratado 5, 4: PL 35. 2014)
Dar la vida por los hermanos, como Cristo hizo
Recomendamos, pues, el amor, que es lo que también recomienda la
carta. La pregunta ¿Me amas?, ¿no fue la que Jesús le hizo a Pedro después
de la resurrección? Y no sólo se la hizo una vez, sino dos y hasta tres. Cierto que a la tercera vez Pedro se puso triste pensando que el Señor no se
fiaba de él, como si ignorase lo que pasaba en su corazón. No obstante, el
Señor le hizo tres veces la misma pregunta. Tres veces negó el temor; tres
veces confesó el amor.
Es evidente que Pedro ama al Señor. ¿Qué va a darle Pedro?, ¿no estaba turbado también el salmista cuando se preguntaba: ¿Cómo pagaré al
Señor todo el bien que me ha hecho? El que así se expresaba en el salmo
veía todo lo que Dios le había dado y se preguntaba cómo pagarle al Señor. Pero no sabía cómo. Pues todo aquello con lo que quieras pagarle, lo
has recibido de él para que lo devuelvas. ¿Qué se le ocurrió para pagarle?
Como ya hemos dicho, hermanos, se le ocurrió pagarle con lo que había
recibido: Levantaré la copa de la salvación invocando su nombre.
Pues ¿quién le había dado el cáliz de salvación sino el mismo a quien
quería pagar? Ahora bien, levantar la copa de la salvación e invocar el
nombre del Señor es rebosar de amor, estar tan rebosantes que no sólo no
odias a tu hermano, sino que estás dispuesto a morir por él. Es un amor
tan perfecto, que estás dispuesto a morir por el hermano. Es el mismo
amor que el Señor manifestó al morir por todos, al orar por los que le
crucificaban y al decir: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Ahora bien, si él fue el único que lo hizo, no fue realmente un maestro,
porque no tuvo discípulos. Pero sí los tuvo, porque lo hicieron después.
Mientras le apedreaban, Esteban cayó de rodillas y dijo: Señor, no les
tomes en cuenta este pecado. Amaba a quienes le mataban, porque moría
por ellos. Escucha también al apóstol Pablo: Así que gustosísimamente me
gastaré y me desgastaré por vosotros. Recordad que él era uno de aquellos
por los que Esteban oraba mientras moría por sus manos.
Este es el amor perfecto. Pues si hay alguien que ama tanto que está
dispuesto incluso a morir por sus hermanos, es que su amor es perfecto.
¿Acaso es ya perfecto desde que nace? Nace para perfeccionarse. Primero nace, luego se alimenta, a continuación se fortalece con el alimento
y, una vez fortalecido, se perfecciona. Y cuando ya está perfeccionado,
¿qué es lo que dice?: Para mí la vida es Cristo y morir significa una
ganancia. Por una parte, deseo la muerte para estar con Cristo, que es
con mucho lo mejor; por otra, seguir viviendo en este mundo es más
necesario para vosotros. Quiere vivir por los mismos por los que está
dispuesto a morir.
Responsorio Ap 2. 9-10; Flp 1,29
R/. Conozco tu tribulación y tu pobreza, no tengas miedo de lo que vas
a padecer. * Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
V/. A vosotros se os ha concedido, gracias a Cristo, no sólo el don de
creer en él, sino también el de sufrir con él. * Sé fiel.
O bien:
De los sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 335, 1-2: PL 38, 1470)
El significado del martirio
Tratándose de la fiesta de los santos mártires, ¿de qué podemos hablar
mejor que de la gloria de los mismos? Ayúdenos el Señor de los mártires, puesto que él es su corona. Hace poco escuchamos al bienaventurado
apóstol Pablo que pregonaba el grito de los mismos mártires: ¿Quién nos
separará del amor de Cristo? Tal es el grito de los mártires. ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los
peligros? ¿La espada? Porque está escrito: «Por ti somos mortificados todo
el día y considerados como ovejas de matadero». Pero en todas estas cosas
vencemos por aquel que nos amó.
Éste es el grito de los mártires: soportarlo todo, no presumir de sí mismos y amar a quien es glorificado en los suyos, para que quien se gloríe,
se gloríe en el Señor. Ellos conocían también lo que hace poco hemos cantado: Alegraos en el Señor y exultad, justos. Si los justos se alegran en el
Señor, los injustos no saben alegrarse más que en el mundo.
Pero éste es el primer ejército que hay que vencer: primero hay que
vencer al placer y luego al dolor. ¿Cómo puede superar la crueldad del
mundo quien es incapaz de superar sus halagos? Este mundo halaga prometiendo honores, riquezas, placer; este mundo amenaza sirviéndose del
dolor, la pobreza y la humillación. Quien no desprecia lo que él promete,
¿cómo puede vencer sus amenazas? Las riquezas causan su propio deleite;
¿quién lo ignora? Pero la justicia lo tiene aún mayor.
El Apóstol pasó ciertamente por alto todos los halagos del mundo, y
quiso que los recordases tú, el halagado por el mundo. ¿Por qué? Porque
anunciaba de antemano los combates de los mártires; aquellos combates
en que vencieron la persecución, el hambre, la sed, la penuria, la deshonra
y, por último, el temor de la muerte y al más cruel de los enemigos.
Mas considerad, hermanos, que todo es obra del arte de Cristo. El
Apóstol nos invita a preferir el amor de Cristo al del mundo. ¿Cuántas
estrecheces han de pasar quienes quieren robar cosas ajenas? ¿La persecución? Ni la persecución los quiebra. El avaro dice en su corazón lo que
quizá no se atreve a decir con su lengua: ¿Quién nos separa de la ambición del oro? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? También
los avaros pueden decir al oro: «Por ti somos llevados a la muerte día a
día».
Con razón, pues, dicen los santos mártires en el salmo: Júzgame, ¡oh
Dios! y distingue mi causa de la gente malvada. Distingue, dijo, mi tribulación, pues tribulaciones las sufren también los avaros. Distingue mis angustias, pues las sufren también los avaros. Distingue mis persecuciones,
pues las sufren también los avaros. Distingue mi hambre, pues, con tal de
adquirir el oro, la sufren también los avaros. Distingue mi desnudez, pues
por el oro se dejan desnudar también los avaros. Distingue mi muerte,
pues por el oro mueren también los avaros.
¿Qué significa: Distingue mi causa? Por ti somos llevados a la muerte
día a día. Ellos sufren todo eso por el oro, nosotros por ti. La pena es igual,
pero distinta la causa. Si la causa es distinta, la victoria está asegurada.
Por tanto, si miramos a su causa, amaremos estas fiestas de los mártires.
Amemos en ellos no sus sufrimientos, sino la causa de los mismos; pues, si
amamos solamente sus sufrimientos, encontraremos a muchos que sufren
cosas peores por causas malas.
Pero fijémonos en la causa; mirad la cruz de Cristo; allí estaba Cristo
y allí estaban los ladrones. La pena era igual, pero diferente la causa. Un
ladrón creyó, otro blasfemó. El Señor, como en el tribunal, hizo de juez
para ambos; al que blasfemó lo mandó al infierno; al otro lo llevó consigo
al paraíso. ¿Por qué esto? Porque, aunque la pena era igual, la causa de
cada uno era diferente. Elegid, pues, las causas de los mártires si queréis
alcanzar la palma de los mártires.
Responsorio Mt 5,44-45.48; Lc 6,27
R/. Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, y rezad
por los que os persiguen. * Así seréis hijos de vuestro Padre que está en
los cielos.
V/. Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. * Así seréis.
La oración como en Laudes.
Laudes
Benedictus, ant. Una multitud innumerable de mártires perseveró en el
amor fraterno, porque tenían un mismo espíritu y una misma fe.
Oración
Dios, Padre nuestro, que a los beatos Valentín, presbítero, y compañeros, mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación
de Cristo hasta el derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo
e intercesión, confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Vísperas
Magníficat., ant. Oh dichosa Iglesia nuestra, ennoblecida por la gloriosa sangre de los mártires de Cristo.
CONGREGATIO DE CULTU DIVINO
ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM
Prot. N. 202/16 (19 de mayo de 2016)
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