Leccionario III (impar) - Miércoles de la XXXI semana del tiempo ordinario

TIEMPO ORDINARIO

MIÉRCOLES DE LA XXXI SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Rom 13, 8-10
La plenitud de la ley del amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás», y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 111, 1-2. 4-5. 9 (R/.: 5a)
R/.   Dichoso el que se apiada y presta.

        V/.   Dichoso quien teme al Señor
                y ama de corazón sus mandatos.
                Su linaje será poderoso en la tierra,
                la descendencia del justo será bendita.   R/.

        V/.   En las tinieblas brilla como una luz
                el que es justo, clemente y compasivo.
                Dichoso el que se apiada y presta,
                y administra rectamente sus asuntos.   R/.

        V/.   Reparte limosna a los pobres;
                su caridad dura por siempre
                y alzará la frente con dignidad.   R/.


Aleluya
1 Pe 4, 14
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros,
        porque el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.   R/.

EVANGELIO
Lc 14, 25-33
Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
    «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor.


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