Leccionario III (impar) - Jueves de la XXII semana del tiempo ordinario

TIEMPO ORDINARIO

JUEVES DE LA XXII SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Col 1, 9-14
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
No dejamos de orar por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual.
De esa manera vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificando en toda obra buena, y creciendo en el conocimiento de Dios, fortalecidos plenamente según el poder de su gloria para soportar todo con paciencia Y magnanimidad, con alegría, dando gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado
al reino del Hijo de su amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 97, 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R/.: 2a)
R/.   El Señor da a conocer su salvación.

        V/.   El Señor da a conocer su salvación,
                revela a las naciones su justicia.
                Se acordó de su misericordia y su fidelidad
                en favor de la casa de Israel.   R/.
     
        V/.   Los confines de la tierra han contemplado
                la salvación de nuestro Dios.
                Aclama al Señor, tierra entera;
                gritad, vitoread, tocad.   R/.

        V/.   Tañed la cítara para el Señor,
                suenen los instrumentos:
                con clarines y al son de trompetas,
                aclamad al Rey y Señor.   R/.



Aleluya
Mt 4, 19
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Venid en pos de mí —dice el Señor—,
        y os haré pescadores de hombres.   R/.

EVANGELIO
Lc 5, 1-11
Dejándolo todo, lo siguieron
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en ¡a orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
    «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
    «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
    «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
    «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.


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