ORDINARIO DE LA MISA
PREFACIO I DE LAS ORDENACIONES
EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
71. Este prefacio se dice en la misa crismal y en la misa de la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.
Se puede decir también en la misa de la ordenación de obispos y presbíteros.
Se puede decir también en la misa de la ordenación de obispos y presbíteros.
Texto musicalizado en Apéndice I.
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Levantemos el corazón. R/.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.
EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito
pontífice de la alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real
a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano,
elige a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
preceden a tu pueblo santo en el amor,
lo alimentan con tu palabra
y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos,
van configurándose a Cristo,
y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito
pontífice de la alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real
a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano,
elige a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
preceden a tu pueblo santo en el amor,
lo alimentan con tu palabra
y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos,
van configurándose a Cristo,
y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
© Conferencia Episcopal Española
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