Leccionario III (par) - Lunes de la IX semana del Tiempo Ordinario

Tiempo Ordinario

LUNES DE LA IX SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
2 Pe 1, 2-7
Se nos han concedido las preciosas promesas, para que, por medio de ellas, seáis partícipes de la naturaleza divina

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:
A vosotros gracia y paz abundantes por el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.
Pues su poder divino nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos ha llamado con su propia gloria y potencia, con las cuales se nos han concedido las preciosas y sublimes promesas, para que, por medio de ellas, seáis partícipes de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que reina en el mundo por la ambición; en vista de ello, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, y al cariño fraterno el amor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 90, 1-2. 14-15ab. 15c-16 (R/.: 2b)
R/.   Dios mío, confío en ti.

        V/.   Tú que habitas al amparo del Altísimo,
                que vives a la sombra del Omnipotente,
                di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
                Dios mío, confío en ti».   R/.
 
        V/.   «Se puso junto a mí: lo libraré;
                lo protegeré porque conoce mi nombre;
                me invocará y lo escucharé.
                Con él estaré en la tribulación».   R/.

        V/.   «Lo defenderé, lo glorificaré
                lo saciaré de largos días
                y le haré ver mi salvación».   R/.


Aleluya
Cf. Ap 1, 5
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Jesucristo, eres el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos;
        nos amaste y nos has librado de nuestros pecados con tu sangre.   R/.

EVANGELIO
Mc 12, 1-12
Agarrando al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

EN aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
    «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando:
“Respetarán a mi hijo”.
Pero los labradores se dijeron:
“Este es el heredero. Venga, lo matamos y será nuestra la herencia”.
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?».
Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente y, dejándolo allí, se marcharon.

Palabra del Señor.

© Conferencia Episcopal Española

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