Diurnal - Viernes Santo Pasión del Señor

Triduo Pascual

VIERNES SANTO
PASIÓN DEL SEÑOR

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre.

El Salmo invitatorio como en el Ordinario.


Laudes

HIMNO 

       ¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! 
       Jamás el bosque dio mejor tributo 
       en hoja, en flor y en fruto. 
       ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde
            la Vida empieza 
       con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra, 
el triunfo de la sangre y del madero; 
y un Redentor, que en trance de Cordero, 
sacrificado en cruz, salvó la tierra. 

Dolido mi Señor por el fracaso 
de Adán, que mordió muerte en la manzana, 
otro árbol señaló, de flor humana, 
que reparase el daño paso a paso. 

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida, 
y que el Amor redima la condena!» 
La gracia está en el fondo de la pena, 
y la salud naciendo de la herida. 

¡Oh plenitud del tiempo consumado! 
Del seno de Dios Padre en que vivía, 
ved la Palabra entrando por María 
en el misterio mismo del pecado. 

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena, 
y a Dios como el menor de los humanos? 
Llorando en el pesebre, pies y manos 
le faja una doncella nazarena. 

En plenitud de vida y de sendero, 
dio el paso hacia la muerte porque él quiso. 
Mirad de par en par el paraíso 
abierto por la fuerza de un Cordero. 

Vinagre y sed la boca, apenas gime; 
y, al golpe de los clavos y la lanza, 
un mar de sangre fluye, inunda, avanza 
por tierra, mar y cielo, y los redime. 

Ablándate, madero, tronco abrupto 
de duro corazón y fibra inerte; 
doblégate a este peso y esta muerte 
que cuelga de tus ramas como un fruto. 

Tú, solo entre los árboles, crecido 
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo 
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia, 
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza; 
al que en la cruz devuelve la esperanza 
de toda salvación, honor y gloria. Amén. 

SALMODIA

Ant. 1. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. 

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, 
       por tu inmensa compasión borra mi culpa; 
       lava del todo mi delito, 
       limpia mi pecado. 

Pues yo reconozco mi culpa, 
       tengo siempre presente mi pecado: 
       contra ti, contra ti solo pequé, 
       cometí la maldad que aborreces. 

En la sentencia tendrás razón, 
       en el juicio resultarás inocente. 
       Mira, en la culpa nací, 
       pecador me concibió mi madre. 

Te gusta un corazón sincero, 
       y en mi interior me inculcas sabiduría. 
       Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; 
       lávame: quedaré más blanco que la nieve. 

Hazme oír el gozo y la alegría, 
       que se alegren los huesos quebrantados. 
       Aparta de mi pecado tu vista, 
       borra en mí toda culpa. 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, 
       renuévame por dentro con espíritu firme; 
       no me arrojes lejos de tu rostro, 
       no me quites tu santo espíritu. 

Devuélveme la alegría de tu salvación, 
       afiánzame con espíritu generoso: 
       enseñaré a los malvados tus caminos, 
       los pecadores volverán a ti. 

Líbrame de la sangre, oh Dios, 
       Dios, Salvador mío, 
       y cantará mi lengua tu justicia. 
       Señor me abrirás los labios, 
       y mi boca proclamará tu alabanza. 

Los sacrificios no te satisfacen: 
       si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. 
       Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; 
       un corazón quebrantado y humillado, 
       tú no lo desprecias. 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, 
       reconstruye las murallas de Jerusalén: 
       entonces aceptarás los sacrificios rituales, 
       ofrendas y holocaustos, 
       sobre tu altar se inmolarán novillos. 

Ant. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. 

Ant. 2. Jesucristo nos amó y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre. 

Cántico
Ha 3, 2-4. 13a. 15-19 

Señor, he oído tu fama, 
       me ha impresionado tu obra. 
       En medio de los años, realízala; 
       en medio de los años, manifiéstala; 
       en el terremoto, acuérdate de la misericordia. 

El Señor viene de Temán; 
       el Santo, del monte Farán: 
       su resplandor eclipsa el cielo, 
       la tierra se llena de su alabanza; 
       su brillo es como el día, 
       su mano destella velando su poder. 

Sales a salvar a tu pueblo, 
       a salvar a tu ungido; 
       pisas el mar con tus caballos, 
       revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas, 
       al oírlo se estremecieron mis labios; 
       me entró un escalofrío por los huesos, 
       vacilaban mis piernas al andar; 
       gimo ante el día de angustia 
       que sobreviene al pueblo que nos oprime. 

Aunque la higuera no echa yemas 
       y las viñas no tienen fruto, 
       aunque el olivo olvida su aceituna 
       y los campos no dan cosechas, 
       aunque se acaban las ovejas del redil 
       y no quedan vacas en el establo, 
       yo exultaré con el Señor, 
       me gloriaré en Dios, mi salvador. 

El Señor soberano es mi fuerza, 
       él me da piernas de gacela 
       y me hace caminar por las alturas. 

Ant. Jesucristo nos amó y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre. 

Ant. 3. Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero. 

Salmo 147

Glorifica al Señor, Jerusalén; 
       alaba a tu Dios, Sión: 
       que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, 
       y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; 
       ha puesto paz en tus fronteras, 
       te sacia con flor de harina. 

Él envía su mensaje a la tierra, 
       y su palabra corre veloz; 
       manda la nieve como lana, 
       esparce la escarcha como ceniza; 

hace caer el hielo como migajas 
       y con el frío congela las aguas; 
       envía una orden, y se derriten; 
       sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob, 
       sus decretos y mandatos a Israel; 
       con ninguna nación obró así, 
       ni les dio a conocer sus mandatos. 

Ant. Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero. 

LECTURA BREVE          Is 52, 13-15

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.

En lugar del responsorio breve, se dice: 

Ant. Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. 

Benedictus, ant. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos». 

PRECES 

Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle, diciendo: 

Señor, ten piedad de nosotros. 

Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste incluso a la muerte, 
—enséñanos a someternos siempre a la voluntad del Padre. 

Tú que siendo nuestra vida, quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, 
—haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitemos contigo a vida nueva. 

Rey nuestro, que como gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, 
—haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que, como tú, proclame en toda circunstancia el honor del Padre. 

Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, 
—enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo. 

Tú que al ser elevado en la cruz atrajiste hacia ti a todos los hombres, 
—reúne en tu reino a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.

Padre nuestro. 

Oración 

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo. 


Hora intermedia

Tercia

Ant. Era media mañana cuando crucificaron a Jesús. 

Sexta

Ant. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. 

Nona

HIMNO 

Se cubrieron de luto los montes 
     a la hora de nona. 
El Señor rasgó el velo del templo 
     a la hora de nona. 
Dieron gritos las piedras en duelo 
     a la hora de nona. 
Y Jesús inclinó la cabeza 
     a la hora de nona. 

Levantaron sus ojos los pueblos 
     a la hora de nona. 
Contemplaron al que traspasaron 
     a la hora de nona. 
Del costado manó sangre y agua 
     a la hora de nona. 
Quien lo vio es el que da testimonio 
     a la hora de nona. Amén. 

Ant. A la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» 

SALMODIA 

En una de estas Horas se dicen los siguientes salmos: 

Salmo 39, 2-14. 17-18 

Yo esperaba con ansia al Señor; 
       él se inclinó y escuchó mi grito: 

me levantó de la fosa fatal, 
       de la charca fangosa; 
       afianzó mis pies sobre roca, 
       y aseguró mis pasos; 

me puso en la boca un cántico nuevo, 
       un himno a nuestro Dios. 
       Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos 
       y confiaron en el Señor. 

Dichoso el hombre que ha puesto 
       su confianza en el Señor, 
       y no acude a los idólatras, 
       que se extravían con engaños. 

Cuántas maravillas has hecho, 
       Señor, Dios mío, 
       cuántos planes en favor nuestro; 
       nadie se te puede comparar. 
       Intento proclamarlas, decirlas, 
       pero superan todo número. 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
       y, en cambio, me abriste el oído; 
       no pides sacrificio expiatorio, 
       entonces yo digo: «Aquí estoy 
       —como está escrito en mi libro— 
       para hacer tu voluntad». 

Dios mío, lo quiero, 
       y llevo tu ley en las entrañas. 

He proclamado tu salvación 
       ante la gran asamblea; 
       no he cerrado los labios: 
       Señor, tú lo sabes.

No me he guardado en el pecho tu defensa, 
       he contado tu fidelidad y tu salvación, 
       no he negado tu misericordia y tu lealtad 
       ante la gran asamblea. 

Tú, Señor, no me cierres tus entrañas, 
       que tu misericordia y tu lealtad 
       me guarden siempre, 
       porque me cercan desgracias sin cuento. 

Se me echan encima mis culpas, 
       y no puedo huir; 
       son más que los pelos de mi cabeza, 
       y me falta el valor. 

Señor, dígnate librarme; 
       Señor, date prisa en socorrerme. 

Alégrense y gocen contigo 
       todos los que te buscan; 
       digan siempre: «Grande es el Señor» 
       los que desean tu salvación. 

Yo soy pobre y desgraciado, 
       pero el Señor se cuida de mí; 
       tú eres mi auxilio y mi liberación: 
       Dios mío, no tardes. 

Salmo 53, 3-6. 8-9

Oh Dios, sálvame por tu nombre, 
       sal por mí con tu poder. 
       Oh Dios, escucha mi súplica, 
       atiende a mis palabras; 

porque unos insolentes se alzan contra mí, 
       y hombres violentos me persiguen a muerte, 
       sin tener presente a Dios. 

Pero Dios es mi auxilio, 
       el Señor sostiene mi vida. 

Te ofreceré un sacrificio voluntario, 
       dando gracias a tu nombre, que es bueno; 
       porque me libraste del peligro, 
       y he visto la derrota de mis enemigos. 

Salmo 87

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, 
       de noche grito en tu presencia; 
       llegue hasta ti mi súplica, 
       inclina tu oído a mi clamor. 

Porque mi alma está colmada de desdichas, 
       y mi vida está al borde del abismo; 
       ya me cuentan con los que bajan a la fosa, 
       soy como un inválido. 

Tengo mi cama entre los muertos, 
       como los caídos que yacen en el sepulcro, 
       de los cuales ya no guardas memoria, 
       porque fueron arrancados de tu mano. 

Me has colocado en lo hondo de la fosa, 
       en las tinieblas del fondo; 
       tu cólera pesa sobre mí, 
       me echas encima todas tus olas. 

Has alejado de mí a mis conocidos, 
       me has hecho repugnante para ellos: 
       encerrado, no puedo salir, 
       y los ojos se me nublan de pesar. 

Todo el día te estoy invocando, 
       tendiendo las manos hacia ti. 
       ¿Harás tú maravillas por los muertos? 
       ¿Se alzarán las sombras para darte gracias? 

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, 
       o tu fidelidad en el reino de la muerte? 
       ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla, 
       o tu justicia en el país del olvido? 

Pero yo te pido auxilio, 
       por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. 
       ¿Por qué, Señor, me rechazas 
       y me escondes tu rostro? 

Desde niño fui desgraciado y enfermo, 
       me doblo bajo el peso de tus terrores, 
       pasó sobre mí tu incendio, 
       tus espantos me han consumido:

me rodean como las aguas todo el día, 
       me envuelven todos a una; 
       alejaste de mí amigos y compañeros: 
       mi compañía son las tinieblas. 

Para las otras Horas, la salmodia complementaria.

Tercia

Ant. Era media mañana cuando crucificaron a Jesús. 

LECTURA BREVE          Is 53, 2-3

Creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. 

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
R/. Porque con tu cruz has redimido el mundo. 

Sexta

Ant. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. 

LECTURA BREVE          Is 53, 4-5

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. 

V/. Jesús, acuérdate de mí. 
R/. Cuando llegues a tu reino. 

Nona 

Ant. A la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» 

LECTURA BREVE          Is 53, 6-7

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

V/. Me confinó a las tinieblas. 
R/. Como a los muertos ya olvidados. 

Oración 

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo. 


Vísperas

Los que participan en la acción litúrgica de la Pasión del Señor no rezan hoy las Vísperas. 

SALMODIA 

Ant. 1. Mirad, pueblos todos, y ved si hay dolor como el mío. 

Salmo 115,10-19

Tenía fe, aun cuando dije: 
       «¡Qué desgraciado soy!» 
       Yo decía en mi apuro: 
       «Los hombres son unos mentirosos». 

¿Cómo pagaré al Señor 
       todo el bien que me ha hecho? 
       Alzaré la copa de la salvación, 
       invocando su nombre. 
       Cumpliré al Señor mis votos 
       en presencia de todo el pueblo. 

Mucho le cuesta al Señor 
       la muerte de sus fieles. 
       Señor, yo soy tu siervo, 
       siervo tuyo, hijo de tu esclava: 
       rompiste mis cadenas. 

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, 
       invocando tu nombre, Señor. 
       Cumpliré al Señor mis votos 
       en presencia de todo el pueblo, 
       en el atrio de la casa del Señor, 
       en medio de ti, Jerusalén. 

Ant. Mirad, pueblos todos, y ved si hay dolor como el mío. 

Ant. 2. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto. 

Salmo 142, 1-11

Señor, escucha mi oración; 
       tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; 
       tú, que eres justo, escúchame. 
       No llames a juicio a tu siervo, 
       pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. 

El enemigo me persigue a muerte, 
       empuja mi vida al sepulcro, 
       me confina a las tinieblas 
       como a los muertos ya olvidados. 
       Mi aliento desfallece, 
       mi corazón dentro de mí está yerto. 

Recuerdo los tiempos antiguos, 
       medito todas tus acciones, 
       considero las obras de tus manos 
       y extiendo mis brazos hacia ti: 
       tengo sed de ti como tierra reseca. 

Escúchame en seguida, Señor, 
       que me falta el aliento. 
       No me escondas tu rostro, 
       igual que a los que bajan a la fosa. 

En la mañana hazme escuchar tu gracia, 
       ya que confío en ti. 
       Indícame el camino que he de seguir, 
       pues levanto mi alma a ti. 

Líbrame del enemigo, Señor, 
       que me refugio en ti. 
       Enséñame a cumplir tu voluntad, 
       ya que tú eres mi Dios. 
       Tu espíritu, que es bueno, 
       me guíe por tierra llana. 

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; 
       por tu clemencia, sácame de la angustia. 

Ant. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto. 

Ant. 3. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Cántico
Flp 2,6-11 

Cristo, a pesar de su condición divina, 
       no hizo alarde de su categoría de Dios; 
       al contrario, se despojó de su rango 
       y tomó la condición de esclavo, 
       pasando por uno de tantos. 

Y así, actuando como un hombre cualquiera, 
       se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, 
       y una muerte de cruz. 

Por eso Dios lo levantó sobre todo 
       y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; 
       de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble 
       en el cielo, en la tierra, en el abismo, 
       y toda lengua proclame: 
       Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. 

Ant. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido.» E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 

LECTURA BREVE          1P 2, 21-24

Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado.

RESPONSORIO BREVE 

En lugar del responsorio breve, se dice: 

Ant. Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. 

Magníficat, ant. Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. 

PRECES

Hoy es laudable usar como preces de Vísperas la oración universal que se propone para este día en el Misal romano, pp. 269ss. Pero, si se prefiere, también pueden usarse las preces que se proponen a continuación, o bien anunciar simplemente las diversas intenciones de la oración universal del Misal, antes mencionada, y hacer un momento de oración en silencio después de cada una de ellas.

Al conmemorar la muerte de nuestro Señor Jesucristo, de la que brotó la vida del mundo, oremos a Dios Padre, diciendo: 

Por la muerte de tu Hijo, escúchanos Señor. 

- Mantén, Señor, la unidad de la Iglesia. 

- Protege al Papa N. 

- Santifica por tu Espíritu a los obispos, presbíteros, diáconos y a todo tu pueblo santo. 

- Acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos. 

- Congrega a los cristianos en la unidad. 

- Haz que Israel llegue a conseguir en plenitud la redención. 

- Ilumina con tu gracia a los que no creen en Cristo. 

- Haz que los que no creen en Dios lleguen a descubrir tu amor a través de las obras de la creación. 

- Guía los pensamientos y decisiones de los gobernantes. 

- Concede tu consuelo a los atribulados. 

- Da tu perdón pleno a los difuntos. 

Padre nuestro. 

Oración

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo. 

Completas del domingo: las de después de las II Vísperas. 

En lugar del responsorio breve, se dice: 

Ant. Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. 

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