Misal Romano (tercera edición) - Viernes Santo en la Pasión del Señor

PROPIO DEL TIEMPO: TRIDUO PASCUAL

VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR


1. Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.

2. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

3. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.

Celebración de la Pasión del Señor

4. Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.

5. El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Todos los demás se postran de rodillas.

6. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin decir la invitación Oremos.

Oración

RECUERDA, Señor, tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre,
instituyó en su favor el Misterio pascual.
Él, que vive y reina contigo.
R/. Amén

     O bien:

OH, Dios,
que por la pasión de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
has destruido la muerte,
herencia del antiguo pecado que alcanza a toda la humanidad,
concédenos que, semejantes a él,
llevemos la imagen del hombre celestial
por la acción santificadora de tu gracia,
así como hemos llevado grabada la imagen del hombre terreno
por exigencia de la naturaleza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R/. Amén.

Primera parte: 
LITURGIA DE LA PALABRA

7. Luego todos se sientan y se proclama la lectura, del profeta Isaías (52, 13-53, 12), con su salmo.

8. A esta lectura sigue la de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), y el canto antes del Evangelio.

9. Finalmente se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1-19, 42), del mismo modo que el domingo precedente.

10. Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, el sacerdote puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración durante un breve espacio de tiempo.

Oración universal

11. La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: el diácono, si lo hay, o en su ausencia un ministro laico, en pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración.

Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.

12. Antes de la oración del sacerdote se pueden emplear, según la tradición, las invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas y: Podéis levantaros, con un espacio de oración en silencio que todos hacen arrodillados.

13. En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial.

I. POR LA SANTA IGLESIA

La oración se canta en tono simple o, si se usan las invitaciones Pongámonos de rodillas - Podéis levantaros, en tono solemne.

Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
que en Cristo manifiestas tu gloria
a todas las naciones,
vela solícito por la obra de tu amor,
para que la Iglesia, extendida por todo el mundo,
persevere con fe inquebrantable
en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

II. POR EL PAPA

Oremos también por nuestro Santo Padre el papa N., para que Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia, como guía del pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
cuya sabiduría gobierna todas las cosas,
atiende bondadoso nuestras súplicas
y guarda en tu amor a quien has elegido como papa,
para que el pueblo cristiano,
gobernado por ti,
progrese siempre en la fe
bajo el cayado del mismo pontífice.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

III. POR TODOS LOS MINISTROS Y POR LOS FIELES 

Oremos también por nuestro obispo N., [por el obispo coadjutor (auxiliar) N., o bien: y por sus obispos auxiliares,] por todos los obispos, presbíteros, diáconos, y por todos los miembros del pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
cuyo Espíritu santifica y gobierna
todo el cuerpo de la Iglesia,
escucha las súplicas
que te dirigimos por tus ministros,
para que, con la ayuda de tu gracia,
todos te sirvan con fidelidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

IV. POR LOS CATECÚMENOS

Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les abra los oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que, recibida la remisión de todos los pecados por el baño de la regeneración, sean incorporados a Jesucristo, nuestro Señor.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
que heces fecunda a tu Iglesia
dándole constantemente nuevos hijos,
acrecienta la fe y la sabiduría
de los (nuestros) catecúmenos,
para que al renacer en la fuente bautismal,
sean contados entre los hijos de adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

V. POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Oremos también por todos los hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a los que viven de acuerdo con la verdad.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
que vas reuniendo a tus hijos dispersos
y velas por la unidad ya lograda,
mira con amor a la grey de tu Hijo,
para que la integridad de la fe
y el vínculo de la caridad
congregue a los que consagró un solo bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VI. POR LOS JUDÍOS

Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro, para que acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia,
escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia,
para que el pueblo de la primera alianza
llegue a conseguir en plenitud la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VII. POR LOS QUE NO CREEN EN CRISTO

Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, encuentren el camino de la salvación. 

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
concede a quienes no creen en Cristo
encontrar la verdad
al caminar en tu presencia con sincero corazón,
y a nosotros, deseosos de ahondar en el misterio de tu vida,
ser ante el mundo testigos más convincentes de tu amor
y crecer en la caridad fraterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VIII. POR LOS QUE NO CREEN EN DIOS

Oremos también por los que no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la rectitud y sinceridad de su vida.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
que creaste a todos los hombres
para que, deseándote siempre, te busquen
y, cuando te encuentren, descansen en ti,
concédeles, en medio de sus dificultades,
que los signos de tu amor
y el testimonio de las buenas obras de los creyentes
los lleven al gozo de reconocerte como el único Dios verdadero
y Padre de todos los hombres.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

IX. POR LOS GOBERNANTES

Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de todos los hombres.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
en tu mano están los corazones de los hombres
y los derechos de los pueblos,
mira con bondad a los que nos gobiernan,
para que en todas partes se mantengan,
por tu misericordia,
la prosperidad de los pueblos,
la paz estable y la libertad religiosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

X. POR LOS ATRIBULADOS

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos los errores, aleje las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones injustas, rompa las cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a casa a los peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:

DIOS todopoderoso y eterno,
consuelo de los afligidos
y fuerza de los que sufren,
lleguen hasta ti las súplicas
de quienes te invocan en su tribulación,
para que todos sientan en sus adversidades
el gozo de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

Segunda parte: 
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ

14. Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias pastorales.

Mostración de la santa Cruz

Primera forma

15. El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole dos ministros con velas encendidas.

El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Mirad el árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la «schola». Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.

Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola, canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.

Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.

El sacerdote:


Todos responden:


Segunda forma

16. El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya descubierta; los ministros le acompañan con velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes. 

El sacerdote:

Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

R/. Venid a adorarlo.

Adoración de la santa Cruz

17. Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo del presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez dejadas las velas a ambos lados de la cruz.

18. Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que, silo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.

19. Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.

20. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Oh, cruz fiel, u otros cánticos apropiados. Los que ya han adorarado la cruz, regresan a sus lugares y se sientan.

Cantos para la adoración de la santa Cruz

Antífona

Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría
al mundo entero.
Cf. Sal 66, 2
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros y tenga piedad.

Y se repite la antífona: Tu cruz adoramos.

Improperios

Las partes que corresponden a cada coro se indican con los números 1 (coro primero), y 2 (coro segundo); las que deben cantar conjuntamente los dos coros se indican de esta manera: 1 y 2. Algunos versos pueden cantarlos dos cantores.

I

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

1.        Yo te saqué de Egipto;
           tú preparaste una cruz para tu Salvador.

2.        ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

1.        Hágios o Theós.
2.        Santo es Dios.

1.        Hágios Ischyrós.
2.        Santo y fuerte.

1.        Hágios Athánatos, eléison himás.
2.        Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2.  Yo te guié cuarenta años por el desierto,
           te alimenté con el maná,
           te introduje en una tierra excelente;
           tú preparaste una cruz para tu Salvador.

1.        Hágios o Theós.
2.        Santo es Dios.

1.        Hágios Ischyrós.
2.        Santo y fuerte.

1.        Hágios Athánatos, eléison himás.
2.        Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2.  ¿Qué más pude hacer por ti?
           Yo te planté como viña mía,
           escogida y hermosa.
           ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! 

           Para mi sed me diste vinagre,
           con la lanza traspasaste el costado
           a tu Salvador.

1.        Hágios o Theós.
2.        Santo es Dios.

1.        Hágios Ischyrós.
2.        Santo y fuerte.

1.        Hágios Athánatos, eléison himás.
2.        Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

II

Cantores:

Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos;
tú me entregaste para que me azotaran.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te saqué de Egipto, 
sumergiendo al Faraón en el mar Rojo;
tú me entregaste a los sumos sacerdotes.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo abrí el mar delante de ti;
tú con la lanza abriste mi costado.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te guiaba con una columna de nubes;
tú me guiaste al pretorio de Pilato. 

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te sustenté con maná en el desierto;
tú me abofeteaste y me azotaste.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te di a beber el agua salvadora
que brotó de la peña;
tú me diste a beber hiel y vinagre.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo por ti herí a los reyes cananeos;
tú me heriste la cabeza con la caña.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te di un cetro real;
tú me pusiste una corona de espinas.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Cantores:

Yo te levanté con gran poder;
tú me colgaste del patíbulo de la cruz.

1 y 2.  ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
           en qué te he ofendido?
           Respóndeme.

Himno

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero,
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida
y que Amor redima la condena!
La gracia está en el fondo de la pena
y la salud naciendo de la herida.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y al golpe de los clavos y lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo y los redime.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Cantores:

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Todos:

¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantores:

Tú sólo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Todos:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Esta conclusión no debe omitirse:

Todos:

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

Teniendo en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo,según la oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual Romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de santa María Virgen.

20. Terminada la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva la Cruz a su lugar junto al altar. Las velas encendidas se colocan cerca del altar, sobre el altar o junto a la Cruz.

Tercera Parte: 
SAGRADA COMUNIÓN

22. Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.

Después que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.

23. Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:

Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

24. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:

Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.

25. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:

Señor Jesucristo,
la comunión de tu Cuerpo
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.

26. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre la píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con voz clara:

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.

27. Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de Cristo.

28. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado.

29. Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.

30. Después, el sacerdote dice: Oremos, y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:

DIOS todopoderoso y eterno,
que nos has renovado
con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido,
continúa realizando en nosotros,
por la participación en este misterio,
la obra de tu misericordia,
para que vivamos siempre entregados a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

31. Para despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el sacerdote, puede decir esta invitación: Inclinaos para recibir la bendición.

Después, el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice la siguiente oración sobre el pueblo:

DESCIENDA, Señor, tu bendición abundante
sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu Hijo
con la esperanza de su resurrección;
llegue a él tu perdón,
reciba el consuelo,
crezca su fe
y se afiance en él la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

32. Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.

33. Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros.

34. Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la hora de Vísperas.


© Conferencia Episcopal Española

1 comentario:

  1. Gracias por facilitarnos el acceso a la Liturgia a los que no podemos acceder al Misal por no haber aún, edición de bolsillo.

    ResponderEliminar