16 de diciembre
SAN JOSÉ MANYANET
Presbítero y Fundador
Memoria
Nació en Tremp (Lleida, España) el año 1833. Sacerdote de la diócesis de Urgell,
fundó las Congregaciones de Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José y de
Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret para llevar los ejemplos de la
Sagrada Familia a las familias principalmente por medio de la educación del corazón
y entendimiento de los niños y jóvenes. Es el inspirador del Templo Expiatorio de la
Sagrada Familia. Murió en Barcelona en 1901.
Oficio de lectura
SEGUNDA LECTURA
De la obra Preciosa joya de familia de San José Manyanet, presbítero
(Barcelona 1899, II, 2.º, 170-171)
La paternidad es como un sacerdocio
Se ha dicho que el matrimonio fue instituido por Dios no sólo para alivio y consuelo
del hombre, sino y principalmente para que por su medio tuviera el Criador muchos y
verdaderos adoradores. De donde se deduce que el mayor de los deberes de los padres
es inculcar a sus hijos el amor y respeto a este soberano Señor, así como el exacto
cumplimiento de todos sus divinos preceptos. La razón de este ineludible deber es
obvia: porque, si están obligados a alimentar y cuidar el cuerpo, que es la parte inferior,
¿no ha de ser mucho mayor y de más serias consecuencias la de nutrir, o sea instruir y
formar rectamente el espíritu, que es la parte superior y más noble? Así lo encarece San
Pablo diciendo: que entre los cuidados principales de los padres de familia, el primero es
aprender y saber gobernar su casa en el servicio de Dios nuestro Señor. Esto mismo nos
quiso dar a entender el mismo Jesucristo en la parábola de aquel que quiere edificar sobre
una roca firme, o bien aquel que, no fijándose en ello, construye sobre arena. El primero
asegura su obra, mas el segundo la deja expuesta a que las primeras lluvias o vientos la
derriben o la arrastren. Pues, del mismo modo los padres que, fundando la educación
de sus hijos en las sólidas verdades de la santa ley de Dios, afianzan la bienandanza
y sobre todo la salvación eterna de los mismos; mientras que los descuidados en tan
sagrado deber, labran la ruina y completa desgracia de los suyos, puesto que, como dice
el Apóstol, han negado la fe y son peores que los mismos infieles.
La paternidad es como un sacerdocio; y así como es propio del sacerdote exhortar, predicar
y rogar, del mismo modo los padres de familia, dentro de su casa, deben ser celosos,
vigilantes y constantes, pero prudentes predicadores. En efecto, además de ofrecerla y
encomendarla de veras a Dios y con frecuencia pedir vengan sobre ella las celestiales
bendiciones, deben reunir la familia toda en lugar conveniente y las más veces posible, y
allí enseñarles la doctrina cristiana, inculcarles la sana moral y la práctica de las sólidas
virtudes, valiéndose para ello, si es menester, de la lectura de buenos y santos libros. Todo
esto, y más si es acompañado del buen ejemplo, es medio poderosísimo para que los hijos
se aficionen a las cosas del servicio de Dios y a las prácticas piadosas; y por el contrario, si
se les predica y observan que las obras de los que tal hacen no corresponden a sus palabras,
producen en ellos un efecto del todo opuesto, pues creen que la cosa no debe tener tanta
importancia como se le quiere dar, cuando ellos no lo ponen en práctica.
Teman, pues, los padres que viven descuidados sobre asunto de tanta responsabilidad
y trascendencia, y recuerden el riguroso juicio que les hará Dios.
RESPONSORIO 1Co 2, 12. 10b; Ef 3,5
R/. Nosotros hemos recibido un espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene
de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios hemos recibido. * El
Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
V/. Lo que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, ha sido revelado
ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. * El Espíritu.
Oración
Oh Dios, que has atraído a tus fieles a contemplar e imitar a la Familia humana de
tu Hijo por medio de San José Manyanet, presbítero, concédenos, por su intercesión,
que, fortalecidos con los ejemplos de la Familia de Jesús, María y José, seamos en el
mundo instrumentos de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo.
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