Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Eucarístico fuera de la Misa - Capítulo 1

CAPÍTULO I.
LA SAGRADA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA

OBSERVACIONES PREVIAS
I. RELACIONES ENTRE LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA Y EL SACRIFICIO
13. La más perfecta participación de la celebración eucarística es la comunión sacramental recibida dentro de la Misa. Esto resplandece con mayor claridad, por razón del signo, cuando los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciben del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor [1].
Por tanto, de ordinario, en cualquier celebración eucarística conságrese para la comunión de los fieles pan recientemente elaborado.
14. Hay que inducir a los fieles a que comulguen en la misma celebración eucarística.
Pero los sacerdotes no rehúsen administrar, incluso fuera de la Misa, la sagrada comunión a los fieles, cuando lo piden con causa justa [2]. Incluso conviene que quienes estén impedidos de asistir a la celebración eucarística de la comunidad se alimenten asiduamente con la Eucaristía, para que así se sientan unidos no solamente al sacrificio del Señor, sino también unidos a la comunidad y sostenidos por el amor de los hermanos.
Los pastores de almas cuiden de que los enfermos y ancianos tengan facilidades para recibir la Eucaristía frecuentemente e incluso, a ser posible, todos los días, sobre todo en el tiempo pascual, aunque no padezcan una enfermedad grave ni estén amenazados por el peligro de muerte inminente. A los que no puedan recibir la Eucaristía bajo la especie de pan, es lícito administrársela bajo la especie de vino solo [3].
15. Enséñese con diligencia a los fieles que también cuando reciben la comunión fuera de la celebración de la Misa se unen íntimamente al sacrificio con el que se perpetúa el sacrificio de la cruz y participan de aquel sagrado convite en el que, «por la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor, el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva la nueva Alianza entre Dios y los hombres, hecha de una vez para siempre con la Sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre, anunciando la muerte del Señor hasta que venga» [4].
II. EN QUÉ TIEMPO SE HA DE ADMINISTRAR LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA
16. La sagrada comunión fuera de la Misa se puede dar en cualquier día y a cualquier hora. Conviene, sin embargo, determinar, atendiendo a la utilidad de los fieles, las horas para distribuir la sagrada comunión, para que se realice una sagrada celebración más plena con mayor fruto espiritual de los fieles.
Sin embargo:
a) El Jueves Santo sólo puede distribuirse la sagrada comunión dentro de la Misa; pero a los enfermos se les puede llevar la comunión a cualquier hora del día.
b) El Viernes Santo únicamente se distribuye la sagrada comunión dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos que no pueden participar en esta celebración, se les puede llevar la sagrada comunión a cualquier hora del día.
c) El Sábado Santo la sagrada comunión sólo puede darse como viático [5].
III. EL MINISTRO DE LA SAGRADA COMUNIÓN
17. Pertenece ante todo al sacerdote y al diácono administrar la sagrada comunión a los fieles que la pidan [6]. Es absolutamente conveniente, pues, que a este ministerio de su orden dediquen todo el tiempo preciso según la necesidad de los fieles.
También pertenece al acólito ritualmente instituido, en cuanto ministro extraordinario, distribuir la sagrada comunión cuando faltan un presbítero o diácono, o estén impedidos, sea por enfermedad, edad avanzada, o por algún ministerio pastoral, o cuando el número de los fieles que se acercan a la sagrada mesa es tan numeroso que se alargaría excesivamente la Misa u otra celebración [7].
El Ordinario del lugar puede conceder la facultad de distribuir la sagrada comunión a otros ministros extraordinarios cuando vea que es necesario para la utilidad pastoral de los fieles y no se disponga ni de sacerdote ni de diácono o acólito [8].
IV. El LUGAR PARA DISTRIBUIR LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA
18. El lugar en que de ordinario se distribuye la sagrada comunión fuera de la Misa es la iglesia u oratorio en que habitualmente se celebra o reserva la Eucaristía, o la iglesia, oratorio u otro lugar en que la comunidad local se reúne habitualmente para celebrar la asamblea litúrgica los domingos u otros días. Sin embargo, en otros lugares, sin excluir las casas particulares, se puede dar la comunión, cuando se trata de enfermos, presos y otros que sin peligro o grave dificultad no puedan salir.
V. ALGUNAS COSAS QUE SE HAN DE OBSERVAR AL DISTRIBUIR LA SAGRADA COMUNIÓN
19. Cuando se administra la sagrada comunión es una iglesia u oratorio, póngase el corporal sobre el altar cubierto con un mantel; enciéndase dos cirios como señal de veneración y de banquete festivo [9]; utilícese la patena.
Pero cuando la sagrada comunión se administra en otros lugares, prepárese una mesa decente cubierta con un mantel; ténganse también preparados los cirios.
20. El ministro de la sagrada comunión, si es presbítero o diácono, vaya revestido de alba, o sobrepelliz sobre el traje talar, y lleve estola.
Los otros ministros lleven o el vestido litúrgico tradicional en la región, o un vestido que no desdiga de este ministerio y que el Ordinario apruebe.
Para administrar la comunión fuera de la iglesia, llévese la Eucaristía en una cajita u otro vaso cerrado, con la vestidura y el modo apropiado a las circunstancias de cada lugar.
21. Al distribuir la sagrada comunión consérvese la costumbre de depositar la partícula de pan consagrado en la lengua de los que reciben la comunión, ya que se basa en el modo tradicional de muchos siglos.
Sin embargo, las Conferencias Episcopales pueden decretar, con la confirmación de Ia Sede Apostólica, que en su jurisdicción se pueda distribuir también la sagrada comunión depositando el pan consagrado en las manos de los fieles, con tal que se evite el peligro de faltar a la reverencia o de que surjan entre los fieles ideas falsas sobre la santísima Eucaristía [10].
Por lo demás, conviene enseñar a los fieles que Jesucristo es el Señor y Salvador y que se le debe a él, presente bajo las especies sacramentales, el culto de latría o adoración propio de Dios [11].
En ambos casos, la sagrada comunión debe ser distribuida por el ministro competente, que muestre y entregue al comulgante la partícula del pan consagrado, diciendo la fórmula: El Cuerpo de Cristo, a lo que cada fiel responde: Amén.
En lo que toca a la distribución de la sagrada comunión bajo la especie de vino, síganse fielmente las normas litúrgicas [12].
22. Si quedaran algunos fragmentos después de la comunión, recójanse con reverencia y pónganse en el copón, o échense en un vasito con agua.
Igualmente, si la comunión se administra bajo la especie de vino, purifíquese con agua el cáliz o cualquier otro vaso empleado para ese menester.
El agua utilizada en estas purificaciones, o bien se sume o se derrama en algún lugar conveniente.
VI. LAS DISPOSICIONES PARA RECIBIR LA SAGRADA COMUNIÓN
23. La Eucaristía, que continuamente hace presente entre los hombres el misterio pascual de Cristo, es la fuente de toda gracia y del perdón de los pecados. Sin embargo, los que desean recibir el Cuerpo del Señor, para que perciban los frutos del sacramento pascual, tienen que acercarse a él con la conciencia limpia y con recta disposición de espíritu.
Por eso, la Iglesia manda oque nadie que esté consciente de pecado mortal, por contrito que sea, se acerque a la sagrada Eucaristía sin previa confesión sacramental [13]. No obstante, si concurre un motivo grave y no hay oportunidad de confesarse, haga primero un acto de contrición perfecta con el propósito de confesar cuanto antes uno por uno los pecados mortales que al presente no puede confesar.
Los que diariamente o con frecuencia suelen comulgar conviene que con la oportuna periodicidad, según la condición de cada cual, se acerquen al sacramento de la Penitencia.
Por lo demás, los fieles miren también a la Eucaristía como remedio que nos libra de las culpas de cada día y nos preserva de los pecados mortales; sepan también el modo conveniente de aprovecharse de los ritos penitenciales de la liturgia, en especial de la Misa [14].
24. Los que van a recibir el sacramento no lo harán sin estar al menos desde una hora antes en ayunas de alimentos y bebidas, con la sola excepción del agua y de las medicinas.
Las personas de edad avanzada o que sufren una enfermedad cualquiera, como también quienes las cuidan, pueden recibir la sagrada Eucaristía aunque hayan tomado algo dentro de la hora precedente [15].
25. La unión con Cristo, a la que se ordena el mismo sacramento, ha de extenderse a toda la vida cristiana, de modo que los fieles de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el don recibido, y guiados por el Espíritu Santo, vivan su vida diaria en acción de gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad.
Para que puedan continuar más fácilmente en esta acción de gracias, que de un modo eminente se ofrece a Dios en la Misa, se recomienda a los que han sido alimentados con la sagrada comunión que permanezcan algún tiempo en oración [16].

RITO PARA DISTRIBUIR LA SAGRADA COMUNIÓN
FUERA DE LA MISA
1. RITO CON UNA CELEBRACIÓN EXTENSA DE LA PALABRA DE DIOS
26. Esta forma se ha de emplear principalmente cuando no se celebra la Misa o cuando la sagrada comunión se distribuye a horas fijas, de modo que los fieles también se alimenten en la mesa de la Palabra de Dios. Porque, oyendo la Palabra de Dios, conocen que las maravillas divinas que se proclaman culminan en el misterio pascual, cuyo memorial se celebra sacramentalmente en la Misa, y en el cual participan por la comunión. Además, recibiendo la palabra de Dios y alimentados con ella, son llevados a la participación fructuosa de los misterios de la salvación en la acción de gracias.
Ritos iniciales
27. Una vez preparado todo (según los nn. 19-20), y congregados los fieles, el ministro saluda a los presentes.
Si es sacerdote o diácono, dice:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
O bien:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre,
y de Jesucristo, el Señor,
estén con todos vosotros.
O bien:
El Señor esté con vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
________________________________________
Si el ministro no es sacerdote o diácono, saluda a los presentes con estas o parecidas palabras:
Hermanos, bendecid al Señor,
que nos (o bien: os) invita benignamente
a la mesa del Cuerpo de Cristo.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
________________________________________
También pueden emplearse otras palabras de la Sagrada Escritura, con las que se acostumbra a saludar a los fieles.
28. Se hace después el acto penitencial.
Primera fórmula
El ministro invita a los comulgantes al arrepentimiento, diciendo:
Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración,
comencemos por reconocer nuestros pecados.
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos juntos, hacen la confesión:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Dándose golpes de pecho añaden:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Y a continuación:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El ministro concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos responden:
Amén.
Segunda fórmula
El ministro invita a los fieles al arrepentimiento:
Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración,
comencemos por reconocer nuestros pecados.
Se hace una breve pausa en silencio.
Después el ministro dice:
V/. Señor ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.
El mismo concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos responden:
Amén.
Tercera fórmula
El ministro invita a los fieles al arrepentimiento:
Hermanos: Para participar con fruto en esta celebración,
comencemos por reconocer nuestros pecados.
Se hace una breve pausa en silencio.
Después el ministro, o uno de los asistentes, hace las siguientes u otras invocaciones con el Señor, ten piedad:
V/. Tú que por el misterio pascual
       nos has obtenido la salvación:
       Señor ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Tú que no cesas de actualizar entre nosotros
       las maravillas de tu pasión:
       Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Tú que por la comunión de tu Cuerpo
       nos haces participar del sacrificio pascual:
       Señor ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
El ministro concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos responden:
Amén.
Celebración de la Palabra de Dios

29. Después se tiene la celebración de la Palabra, del mismo modo que en la Misa. Los textos se toman, según convenga, de la liturgia del día, o de las lecturas de las Misas votivas de la santísima Eucaristía (Leccionario VI, pp. 359-384), o de la Preciosísima Sangre de Jesús (ibid., pp. 394-403), o las que se proponen en los nn. 113-151 de este Ritual.
También pueden elegirse otros textos de los leccionarios, si se juzga oportuno, más adaptados a las peculiares circunstancias, principalmente las lecturas de la Misa votiva del Sagrado Corazón de Jesús (Leccionario VI, pp. 404-425).

Se pueden emplear una o varias lecturas, según parezca oportuno. Después de la primera lectura póngase un salmo u otro canto, o también puede observarse en su lugar una pausa de sagrado silencio. La celebración de la Palabra se concluye con la oración universal o de los fieles.
Sagrada comunión
30. Acabada la oración de los fieles, el ministro se acerca al lugar en que se guarda la Eucaristía, toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y hace genuflexión. Después introduce la oración dominical con estas o parecidas palabras:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Y todos juntos prosiguen:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
31. Después, si lo juzga oportuno, invita a los fieles con estas o parecidas palabras:
Daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz, manifestando la caridad común.
32. A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, elevándola un poco sobre el vaso o copón, vuelto hacia los comulgantes, dice:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y los que van a comulgar añaden una sola vez:
Señor no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
33. Si también el ministro comulga, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y con reverencia sume el Cuerpo de Cristo.
34. Después toma el vaso o copón, se acerca a los comulgantes y, elevando un poco la hostia, la muestra a cada uno y dice:
El Cuerpo de Cristo.
Y el que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
35. Mientras se distribuye la comunión, puede cantarse algún canto oportuno.
36. Acabada la distribución de la comunión, si queda algún fragmento sobre la patena, el ministro lo echa en el copón y se purifica las manos, si lo juzga necesario. Si quedan algunas formas, guarda el Sacramento en el sagrario y hace genuflexión.
37. Entonces, si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de sagrado silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de alabanza.
38. A continuación, el ministro concluye con esta oración:
Oremos.
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
Otras oraciones "ad libitum", nn. 179-188.
Durante el tiempo pascual son preferibles las oraciones indicadas en los nn. 189-191.
Rito de conclusión
39. Después el ministro, si es sacerdote o diácono, vuelto al pueblo, extiende las manos y dice:
El Señor esté con vosotros.
Todos:
Y con tu espíritu.
Y bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Todos responden:
Amén.
En lugar de esta fórmula se puede emplear también la bendición solemne o la oración sobre el pueblo, según vienen en el Misal romano para la bendición al fin de la Misa.
________________________________________
40. Si el ministro no es sacerdote ni diácono, invocando la bendición de Dios y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
O bien:
El Señor omnipotente y misericordioso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
nos bendiga y nos guarde.
Todos responden:
Amén.
________________________________________
41. Finalmente el ministro dice:
Podéis ir en paz.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
Entonces, hecha la debida reverencia, el ministro se retira.
2. RITO CON UNA BREVE CELEBRACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
42. Esta forma se emplea cuando las circunstancias no aconsejan la celebración extensa de la Palabra de Dios, especialmente cuando sólo van a comulgar uno o dos, y por tanto no se puede organizar una verdadera celebración comunitaria.
Ritos iniciales
43. Una vez preparado todo (según los nn. 19-20, el ministro saluda a los que van a comulgar (n. 27) y los invita a hacer el acto penitencial (n. 28).
Lectura breve de la Palabra de Dios
44. Luego, omitida la celebración de la Palabra de Dios, uno de los presentes, o el mismo ministro, según la oportunidad, lee un breve texto de la Sagrada Escritura, que trate del pan de vida.
Jn 6, 54-55:
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Jn 6, 54-58:
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.
Jn 14, 6:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
Jn 14, 23:
El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
Jn 15, 4:
Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
1 Co 11, 26:
Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva.
Puede elegirse también otro texto adecuado entre los que se proponen en los nn. 113 y siguientes.
Sagrada comunión
45. El ministro toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y hace genuflexión. Después introduce la oración dominical con estas o parecidas palabras:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Y todos juntos prosiguen:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
46. A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, elevándola un poco sobre el vaso o copón, vuelto hacia los comulgantes, dice:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y los que van a comulgar añaden una sola vez:
Señor no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
47. Si también el ministro comulga, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y con reverencia sume el Cuerpo de Cristo.
48. Después toma el vaso o copón, se acerca a los comulgantes y, elevando un poco la hostia, la muestra a cada uno y dice:
El Cuerpo de Cristo.
Y el que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
49. Acabada la distribución de la comunión, si queda algún fragmento sobre la patena, el ministro lo echa en el copón y se purifica las manos, si lo juzga necesario. Si quedan algunas formas, guarda el Sacramento en el sagrario y hace genuflexión.
Entonces, si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de sagrado silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de alabanza.
50. A continuación, el ministro concluye con esta oración:
Oremos.
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
Otras oraciones "ad libitum", nn. 179-188.
Durante el tiempo pascual son preferibles las oraciones indicadas en los nn. 189-191.
Rito de conclusión
51. Después el ministro, si es sacerdote o diácono, vuelto al pueblo, extiende las manos y dice:
El Señor esté con vosotros.
Todos:
Y con tu espíritu.
Y bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Todos responden:
Amén.
________________________________________
52. Si el ministro no es sacerdote ni diácono, invocando la bendición de Dios y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
O bien:
El Señor omnipotente y misericordioso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
nos bendiga y nos guarde.
Todos responden:
Amén.
________________________________________
53. Finalmente el ministro dice:
Podéis ir en paz.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.

Entonces, hecha la debida reverencia, el ministro se retira.

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[1] Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, n. 55.
[2] Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n.33, a: AAS 59 (1967), pp. 559-560.
[3] Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, nn. 40-41: AAS 59 (1967), pp. 562-563.
[4] Ibid., n. 3, a: l.c., pp. 54l-542.
[5] Cf. Missale Romanum, edic. típica 1979: Misa vespertina de la Cena del Señor, p. 243; Celebración de la Pasión del Señor, p. 250, n. 3; Sábado Santo, p. 265.
[6] Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instruccíón Eucharisticum mysterium, n.31: AAS 59 (1967), pp. 557-558.
[7] Cf. PABLO VI, Carta apostólica Ministeria quaedam, de 15 de agosto de 1972, n. VI: AAS 64 (1972), p. 532.
[8] Cf. Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Immensae caritatis, de 29 de enero de 1973, 1, I y II: AAS 65 (1973), pp. 265-266.
[9] Cf. Ordenación general del Misal Romano, n. 269.
[10] Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción Memoriale Domini, de 29 de mayo de 1969: AAS 6l (1969), pp. 541-545.
[11] Cf. Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Immense caritatis, de 29 de enero de 1973, n. 4: AAS 65 (1973), p. 270.
[12] Cf. Ordenación general del Misal Romono, n. 242; Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción Sacramentali Communione, n. 6, de 29 de junio de 1970: AAS 62 (1970), pp. 665-666.
[13] Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIII, Decretum de Eucharistia, 7: DS 1646-1647; ibid., Sesión XIV, Canones de sacramento Penitentie, 9: DS 1709; Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Normae pastorales circa absolutionem sacramentalem generali modo impertiendam, de 1ó de junio de 1972, proemio y n. VI: AAS 64 (1972), pp. 510 y 512.
[14] Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n. 35: AAS 59 (1967), p. 561.
[15] Cf, Código de Derecho Canónico, can. 9l9, 1 y 3.
[16] Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, 38: AAS 59 (1967), p. 562.

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