Leccionario III (impar) - Sábado de la V semana del tiempo ordinario

Tiempo Ordinario

SÁBADO DE LA V SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Gén 3,9-24 
El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo 

Lectura del libro del Génesis.

EL Señor Dios llamó al hombre y le dijo:
    «Dónde estás?».
Él contestó:
    «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
    «Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
    «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
    «¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
    «La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
    «Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
A la mujer le dijo:
    «Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará».
A Adán le dijo:
    «Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
Y el Señor Dios dijo:
    «He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre».
El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado.
Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 89, 2. 3-4. 5-6. 12-13 (R/.: 1bc)
R/.   Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

        V/.   Antes que naciesen los montes
                o fuera engendrado el orbe de la tierra,
                desde siempre y por siempre tú eres Dios.   R/.

        V/.   Tú reduces el hombre a polvo,
                diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
                Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
                una vela nocturna.   R/.

        V/.   Si tú los retiras
                son como un sueño,
                como hierba que se renueva:
                que florece y se renueva por la mañana,
                y por la tarde la siegan y se seca.    R/.

        V/.   Enséñanos a calcular nuestros años,
                para que adquiramos un corazón sensato.
                Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
                Ten compasión de tus siervos.    R/.


Aleluya
Mt 4, 4b
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.  No sólo de pan vive el hombre,
       sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.   R/.

EVANGELIO
Mc 8, 1-10
La gente comió hasta quedar saciada
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

POR aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
    «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».
Le replicaron sus discípulos:
    «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Él les preguntó:
    «¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
    «Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor.

© Conferencia Episcopal Española

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