Diurnal - Ordinario: Hora intermedia

Ordinario

Hora intermedia
Tercia, Sexta, Nona

V/. Dios mío, ven en mi auxilia.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santos. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén (Excepto en Cuaresma: Aleluya).

Desde el miércoles de Ceniza hasta la Vigilia pascual se omite el Aleluya.

En la Hora intermedia no se hace nunca mención de las memorias de los santos.

HIMNO

A continuación se dice el himno correspondiente a la Hora.

En el Tiempo de Cuaresma hasta el sábado de la semana V y en la Semana Santa, pueden decirse también los himnos propios.

Tercia

I

          El mundo brilla de alegría.
          Se renueva la faz de la tierra.
          Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Ésta es la hora
en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.

Ésta es la fuerza
que pone en pie a la Iglesia
en medio de las plazas
y levanta testigos en el pueblo,
para hablar con palabras como espadas
delante de los jueces.

Llama profunda,
que escrutas e iluminas
el corazón del hombre:
restablece la fe con tu noticia,
y el amor ponga en vela la esperanza,
hasta que el Señor vuelva. Amén.

II

          Tu poder multiplica
          la eficacia del hombre,
          y crece cada día, entre sus manos,
          la obra de tus manos.

Nos señalaste un trozo de la viña
y nos dijiste: «Venid y trabajad».
Nos mostraste una mesa vacía
y nos dijiste: «Llenadla de pan». 

Nos presentaste un campo de batalla
y nos dijiste: «Construid la paz».
Nos sacaste al desierto con el alba
y nos dijiste: «Levantad la ciudad».

Pusiste una herramienta en nuestras manos
y nos dijiste: «Es tiempo de crear».
Escucha a mediodía el rumor del trabajo
con que el hombre se afana en tu heredad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Por los siglos. Amén.

III

El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

IV

A nuestros corazones
la hora del Espíritu ha llegado,
la hora de los dones
y del apostolado:
lenguas de fuego y viento huracanado.

Oh Espíritu, desciende,
orando está la Iglesia que te espera;
visítanos y enciende,
como la vez primera,
los corazones en la misma hoguera.

La fuerza y el consuelo,
el río de la gracia y de la vida
derrama desde el cielo;
la tierra envejecida
renovará su faz reverdecida.

Gloria a Dios, uno y trino:
al Padre creador, al Hijo amado,
y Espíritu divino
que nos ha regalado;
alabanza y honor le sea dado.

Antífonas

Tiempo de Adviento: Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de la Virgen María

Tiempo de Navidad hasta la Epifanía: José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía de él.

Tiempo de Navidad desde la Epifanía: El misterio escondido desde los siglos y generaciones ahora ha sido revelado.

Tiempo de Cuaresma: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas.

Semana Santa: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo.

Tiempo Pascual: Aleluya, aleluya, aleluya.

Sexta

I

Te está cantando el martillo,
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios en la dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día! 

Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está —sin mortaja—
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.

II

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
Tú, por la luz, el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

III

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía. 

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

IV

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
real acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
y tú, Hijo amado y Señor nuestro,
por obra del Espíritu enviado,
vivir ya de la fiesta de tu reino. Amén.

V

El trabajo nos urge,
nos concentra y astilla.
Poco a poco, la muerte
nos hiere y purifica.

Señor del universo,
con el hombre te alías.
En nuestra actividad,
tu fuerza cómo vibra.

Señor de los minutos,
intensa compañía.
Gracias por los instantes
que lo eterno nos hilan.

Gracias por esta pausa
contigo en la fatiga.

Contigo hay alegría. Amén.

Antífonas

Tiempo de Adviento: El ángel Gabriel dijo a María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres».

Tiempo de Navidad hasta la Epifanía: María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Tiempo de Navidad desde la Epifanía: Vino Cristo y trajo la noticia de la paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca.

Tiempo de Cuaresma: «Por mi vida —oráculo del Señor—, no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y que viva».

Semana Santa: Igual que el Padre me conoce, yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas.

Tiempo Pascual: Aleluya, aleluya, aleluya. 

Nona

I

Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte. 

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.

II

Fuerza tenaz, firmeza de las cosas,
inmóvil en ti mismo;
origen de la luz, eje del mundo
y norma de su giro:

Concédenos tu luz en una tarde
sin muerte ni castigo,
la luz que se prolonga tras la muerte
y dura por los siglos. Amén.

III

Se cubrieron de luto los montes
       a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del templo
       a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en duelo
       a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza
       a la hora de nona.

       Hora de gracia,
       en que Dios da su paz a la tierra
       por la sangre de Cristo.

Levantaron sus ojos los pueblos
       a la hora de nona.
Contemplaron al que traspasaron
       a la hora de nona.
Del costado manó sangre y agua
       a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da testimonio
       a la hora de nona.

       Hora de gracia,
       en que Dios da su paz a la tierra
       por la sangre de Cristo. Amén. 

IV

Ando por mi camino, pasajero,
y a veces creo que voy sin compañía,
hasta que siento el paso que me guía,
al compás de mi andar, de otro viajero.

No lo veo, pero está. Si voy ligero,
él apresura el paso; se diría
que quiere ir a mi lado todo el día,
invisible y seguro el compañero.

Al llegar a terreno solitario,
él me presta valor para que siga,
y, si descanso, junto a mí se reposa.

Y, cuando hay que subir monte (Calvario
lo llama él), siento en su mano amiga,
que me ayuda, una llaga dolorosa.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona

Tiempo de Adviento: Dijo María: «¿Qué saludo es éste que me turba? ¿Voy a dar a luz al Rey sin romper los sellos de mi virginidad?» 

Tiempo de Navidad hasta la Epifanía: Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.

Tiempo de Navidad desde la Epifanía: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.

Tiempo de Cuaresma: Empuñando las armas de la justicia, hagámonos recomendables a Dios por nuestra paciencia.

Semana Santa: Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; yo he de gloriarme en la cruz de mi Señor Jesucristo.

Tiempo Pascual: Aleluya, aleluya, aleluya. 

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Para las Hora intermedia, pueden decirse también los siguientes himno:

I

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

Gloria a Dios Padre,
gloria a Dios Hijo,
igual siempre
gloria al Espíritu. Amén.

II


No es lo que está roto, no,
el agua que el vaso tiene;
lo que está roto es el vaso,
y el agua al suelo se vierte.

No es lo que está roto, no,
la luz que sujeta el día;
lo que está roto es su tiempo,
y en la sombra se desliza.

No es lo que está roto, no,
la caja del pensamiento;
lo que está roto es la idea
que la lleva a lo soberbio.

No es lo que está roto Dios
ni el campo que él ha creado;
lo que está roto es el hombre
que no ve a Dios en su campo.

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

III

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuanto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana:
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

IV

A la gloria de Dios se alzan las torres,
a su gloria los álamos,
a su gloria los cielos,
y las aguas descansan a su gloria.

El tiempo se recoge;
desarrolla lo eterno sus entrañas;
se lavan los cuidados y congojas
en la aguas inmobles,
en los inmobles álamos,
en las torres pintadas en el cielo,
mar de altos mundos.

El reposo reposa en la hermosura
del corazón de Dios, que así nos abre
tesoros de su gloria.

Nada deseo,
mi voluntad descansa,
mi voluntad reclina
de Dios en el regazo su cabeza
y duerme y sueña…
Sueña en descanso
toda aquesta visión de alta hermosura. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

V

Sólo desde el amor
la libertad germina,
sólo desde la fe
va creciéndole alas.

Desde el cimiento mismo
del corazón despierto,
desde la fuente clara
de las verdades últimas.

Ver al hombre y al mundo
con la mirada limpia
y el corazón cercano,
desde el solar del alma.

Tarea y aventura:
entregarme del todo,
ofrecer lo que llevo,
gozo y misericordia.

Aceite derramado
para que el carro ruede
sin quejas egoístas,
chirriando desajustes.

Soñar, amar, servir,
y esperar que me llames,
tú, Señor, que me miras,
tú que sabes mi nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Amén.

VI

Otra vez —te conozco— me has llamado.
Y no es la hora, no; pero me avisas.
De nuevo traen tus celestiales brisas
claros mensajes al acantilado

del corazón, que, sordo a tu cuidado,
fortalezas de tierra eleva en prisas
de la sangre se mueve, en indecisas
torres, arenas, se recrea, alzado.

Y tú llamas y llamas, y me hieres,
y te pregunto aún, Señor, qué quieres,
qué alto vienes a dar a mi jornada.

Perdóname, si no te tengo dentro,
si no sé amar nuestro mortal encuentro,
si no estoy preparado a tu llegada.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén. 

VII

Dame, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud;
la que sabe en el golfo hallar quietud
y, en medio de las sobras, claridad;
la que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud,
y los torpes engaños en verdad. 

Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón…

Y aun tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
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SALMODIA

Terminado el himno, sigue la salmodia.

El Salterio presenta una doble salmodia: la habitual y la complementaria.

La salmodia habitual consta de tres salmos o fragmentos de salmo distribuidos entre los días de las cuatro semanas del Salterio.

La salmodia complementaria consta de tres salmos invariables para cada Hora, seleccionados de entre los salmos llamados graduales.

El que reza solamente una Hora debe usar la salmodia habitual, incluso en las fiestas.

El que reza más de una Hora debe usar, en una de ellas, la salmodia habitual y, en las otras, o bien la salmodia complementaria o bien, en una Hora, la salmodia habitual de la semana anterior y, en la otra Hora, la salmodia habitual de la semana siguiente.

En las solemnidad, se toman siempre los salmos de la salmodia complementaria; pero, si caen en domingo, se toman los salmos del domingo de la semana I del Salterio.

El Triduo Pascual, los días de la Octava de Pascua y algunas solemnidades del Señor tienen salmos propios.

En las solemnidades y en el Oficio dominical y ferial de los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, los salmos se dicen con una sola antífona que se toma del Propio del tiempo o de los santos, o bien del Común.

En los demás casos, las antífonas se toman del Salterio, a no ser que se trate de una celebración que las tenga propia.

LECTURA BREVE

Después de la salmodia, se hace la lectura breve.

En el Oficio dominical y ferial de los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, la lectura breve se toma del Propio del tiempo.

En el Oficio dominical y ferial del Tiempo Ordinario y en las memorias de los santos, la lectura breve se toma del Salterio.

En las solemnidades y en las fiestas, la lectura breve se toma del Propio o del Común.

Después de la lectura breve, si se juzga oportuno, se guarde un breve silencio. También se añade el responsorio brevísimo o versículo que se encuentra después de la lectura breve.

ORACIÓN CONCLUSIVA

Después del versículo se añade la oración conclusiva.

Esta oración en el Oficio dominical y ferial de los tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, así como en el Oficio dominical del Tiempo Ordinario, se toma del Propio del Tiempo.

En el Oficio ferial del Tiempo Ordinario y en las memorias de los santos, se toma de la respectiva Hora del Salterio.

En las solemnidades y en las fiestas, se toma del Propio o del Común.

La oración conclusiva de la Hora intermedia siempre va precedida de la invitación Oremos y termina con la conclusión breve correspondiente, es decir:

Si se dirige al Padre:

Por Jesucristo nuestro Señor.

Si se dirige al Padre, pero al final se menciona al Hijo:

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Si se dirige al Hijo:

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Y se responde:

Amén.

Luego, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.

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