Ordinario de la Misa
PLEGARIA EUCARÍSTICA II
114. Esta plegaria eucarística tiene un prefacio propio que forma parte de su misma estructura. Con todo, se pueden usar también con esta plegaria otros prefacios, especialmente aquellos que presentan una breve síntesis del misterio de la salvación.
El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María, la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos,
proclamamos tu gloria, diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna. en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
115. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Santo eres en verdad, Señor,
fuente de toda santidad;
116. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo y X Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.
117. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas.
El cual,
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En la Misa vespertina del Jueves Santo:
en esta misma noche,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
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Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
118. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
TOMAD Y BEBED TODO DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
119. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1. Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
2. Aclamad el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3. Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.
120. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos
del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
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En los domingos, cuando no hay otro recuerdo más propio, puede decirse:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí en el domingo,
día en que Cristo ha vencido a la muerte
y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;
En la Natividad del Señor y durante su octava:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí (en la noche santa) en el día santo
en que la Virgen María
dio a luz al Salvador del mundo;
En la Epifanía del Señor:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí en el día santo
en que tu único Hijo,
eterno como tú en la gloria,
se manifestó en la realidad
de nuestra propia carne;
Desde la Misa de la Vigilia pascual hasta el segundo domingo de Pascua:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí (en la noche santísima) en el día santísimo
de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo;
En la Ascensión del Señor:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí en el día glorioso
en que Cristo ha sido constituido
Señor del cielo y de la tierra;
En el domingo de Pentecostés:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra
y reunida aquí en el día
en que la efusión de tu Espíritu
ha hecho de ella sacramento
de unidad para todos los pueblos;
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y con el Papa N.,
con nuestro Obispo N.
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Puede hacerse también mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del Obispo que preside la celebración.
El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
conmigo, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario diocesano, dice:
con mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,
conmigo, indigno siervo tuyo,
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y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
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INTERCESIONES PARTICULARES
que pueden añadirse en diversas ocasiones:
En las misas de Pascua, de su octava y en la del bautismo de adultos:
Acuérdate también de nuestros hermanos N. y N.
que hoy, por medio del bautismo (y de la confirmación),
han entrado a formar parte de tu familia;
ayúdales a seguir a Cristo, tu Hijo,
con ánimo generoso y ferviente.
En la misa del bautismo de niños:
Acuérdate también de nuestros hermanos N. y N.
(de aquellos hermanos nuestros)
que hoy has hecho renacer
del agua y del Espíritu Santo,
librándolos del pecado;
tú que los has incorporado,
como miembros vivos, al cuerpo de Cristo,
inscribe también sus nombres en el libro de la vida.
En la misa de confirmación:
Acuérdate también de tus hijos N. y N.
que, regenerados en el bautismo, hoy has confirmado,
marcándolos con el sello del Espíritu Santo:
custodia en ellos el don de tu amor.
En la misa de primera comunión:
Acuérdate de tus hijos N. y N.
que por vez primera invitas en este día
a participar del pan de vida
y del cáliz de salvación,
en la mesa de tu familia;
concédeles crecer siempre en tu amistad
y en la comunión con tu Iglesia.
En la misa del matrimonio:
Acuérdate de tus hijos N. y N.
que en Cristo hoy han fundado una nueva familia,
iglesia doméstica y sacramento de tu amor,
y concédeles que la gracia de este día
se prolongue a lo largo de toda su vida.
En la misa por los difuntos:
Recuerda a tu hijo (hija) N.,
a quien llamaste (hoy)
de este mundo a tu presencia;
concédele que,
así como ha compartido ya
la muerte de Jesucristo,
comparta también con él
la gloria de la resurrección.
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Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza
de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José,
los apóstoles
y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas.
Junta las manos.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la comunión.
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