Ritual de exequias (extracto) - Selección de lecturas

SELECCIÓN DE LECTURAS


SELECCIÓN DE LECTURAS

PRIMERAS LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

I
Job 19, 21-27
Yo sé que mi redentor vive

Lectura del libro de Job.

DIJO Job:
«¡Piedad, piedad, amigos míos,
     que me ha herido la mano de Dios!
¿Por qué me perseguís como Dios
     y no os hartáis de escarnecerme?
¡Ojalá se escribieran mis palabras!
¡Ojalá se grabaran en cobre,
     con cincel de hierro y con plomo
     se escribieran para siempre en la roca!
Yo sé que mi redentor vive
     y que al fin se alzará sobre el polvo:
     después que me arranquen la piel,
     ya sin carne, veré a Dios.
Yo mismo lo veré, y no otro;
     mis propios ojos lo verán.
¡Tal ansia me consume por dentro!».

Palabra de Dios.

II
Is 25, 6-10a
El Señor aniquilará la muerte para siempre

Lectura del libro de Isaías.

EN aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
     en este monte, un festín de manjares suculentos,
     un festín de vinos de solera;
     manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
     el velo que cubre a todos los pueblos,
     el lienzo extendido sobre todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
     y alejará del país el oprobio de su pueblo
     —lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
     porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

Palabra de Dios.

PRIMERAS LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
EN TIEMPO PASCUAL

I
Ap 20, 1-4. 11  21, 1
Los muertos fueron juzgados según sus obras

Lectura del libro del Apocalipsis.

YO, Juan, vi también un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.

Palabra de Dios.

II
Ap 21, 1-7
Ya no habrá muerte

Lectura del libro del Apocalipsis.

YO, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
    «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
    «Mira, hago nuevas todas las cosas».
Y dijo:
    «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».
Y me dijo: «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

I
Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5. 6 (R/.: 1b)
R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

        V/.    El Señor es mi pastor, nada me falta:
                 en verdes praderas me hace recostar;
                 me conduce hacia fuentes tranquilas
                 y repara mis fuerzas.   R/.

        V/.    Me guía por el sendero justo,
                 por el honor de su nombre.
                 Aunque camine por cañadas oscuras,
                 nada temo, porque tú vas conmigo:
                 tu vara y tu cayado me sosiegan.   R/.

        V/.    Preparas una mesa ante mí,
                 enfrente de mis enemigos;
                 me unges la cabeza con perfume,
                 y mi copa rebosa.   R/.

        V/.    Tu bondad y tu misericordia me acompañan
                 todos los días de mi vida,
                 y habitaré en la casa del Señor
                 por años sin término.   R/.

II
Sal 26, 1bcde. 7-8. 9abcd. 13-14 (R/.: 1a)
R/.   El Señor es mi pastor, nada me falta.

        V/.    El Señor es mi luz y mi salvación,
                 ¿a quién temeré?
                 El Señor es la defensa de mi vida,
                 ¿quién me hará temblar?   R/.

        V/.    Escúchame, Señor,
                 que te llamo;
                 ten piedad, respóndeme.
                 Oigo en mi corazón:
                 «Buscad mi rostro».
                 Tu rostro buscaré, Señor.   R/.

        V/.    No me escondas tu rostro.
                 No rechaces con ira a tu siervo,
                 que tú eres mi auxilio;
                 no me deseches.   R/.

        V/.    Espero gozar de la dicha del Señor
                 en el país de la vida.
                 Espera en el Señor, sé valiente,
                 ten ánimo, espera en el Señor.   R/.

III
Sal 102, 1b-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 (R/.: 8a)
R/.   El Señor es compasivo y misericordioso.

        V/.    Bendice, alma mía, al Señor,
                 y todo mi ser a su santo nombre.
                 Bendice, alma mía, al Señor,
                 y no olvides sus beneficios.   R/.

        V/.    Él perdona todas tus culpas
                 y cura todas tus enfermedades;
                 él rescata tu vida de la fosa,
                 y te colma de gracia y de ternura.   R/.

        V/.    El Señor hace justicia
                 y defiende a todos los oprimidos;
                 enseñó sus caminos a Moisés
                 y sus hazañas a los hijos de Israel.   R/.

        V/.    El Señor es compasivo y misericordioso,
                 lento a la ira y rico en clemencia.
                 Como se levanta el cielo sobre la tierra,
                 se levanta su bondad sobre los que lo temen.   R/.

IV
Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-7ab. 7cd-8 (R/.: 1)
R/.   Desde lo hondo a ti grito, Señor.

        V/.    Desde lo hondo a ti grito, Señor;
                 Señor, escucha mi voz;
                 estén tus oídos atentos
                 a la voz de mi súplica.   R/.

        V/.    Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
                 ¿quién podrá resistir?
                 Pero de ti procede el perdón,
                 y así infundes temor.   R/.

        V/.    Mi alma espera en el Señor,
                 espera en su palabra;
                 mi alma aguarda al Señor, 
                 más que el centinela la aurora.
                 Aguarde Israel al Señor,
                 como el centinela la aurora.   R/.

        V/.    Porque del Señor viene la misericordia,
                 la redención copiosa;
                 y él redimirá a Israel
                 de todos sus delitos.   R/.

Segundas lecturas del Nuevo Testamento

I
Rom 6, 3-9
Andemos en una vida nueva

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

II
Rom 14, 7-9. 10c-12
Ya vivamos ya muramos, somos del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

III
1 Tes 4, 13-18
Estaremos siempre con el Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

HERMANOS, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

IV
Tim 2, 8-13
Si morimos con él, también viviremos con él

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

QUERIDO hermano:
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito:
Pues si morimos con él, también viviremos con él;
    si perseveramos, también reinaremos con él;
    si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel,
    porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

I
Mt 25, 34
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Venid vosotros, benditos de mi Padre
        —dice el Señor—;
        heredad el reino preparado para vosotros
        desde la creación del mundo.   R/.

II
Jn 3, 16
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Tanto amó Dios al mundo,
        que entregó a su Unigénito;
        todo el que cree en él
        tiene vida eterna.   R/.

III
Jn 6, 39
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Esta es la voluntad de mi Padre:
        que no pierda nada de lo que me dio,
        sino que lo resucite en el último día
        —dice el Señor—.   R/.

IV
Jn 11, 25a. 26
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Yo soy la resurrección y la vida
        —dice el Señor—;
        el que cree en mí no morirá para siempre.   R/.

V
Cf. 2 Tim 2, 11-12a
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Si morimos con Cristo, viviremos con él;
        si perseveramos, reinaremos con él.   R/.

EVANGELIOS

I
Mt 25, 31-46
Venid vosotros, benditos de mi Padre
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: 
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra de Dios.

II
Lc 24, 13-35
¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
    «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
    «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
    «¿Qué?».
Ellos le contestaron:
    «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
    «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
    «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
    «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
    «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

Palabra de Dios.

III
Jn 6, 37-40
Todo el cree en el Hijo tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
    «Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra de Dios.

IV
Jn 11, 17-27
Yo soy la resurrección y la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
    «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
    «Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
    «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
    «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
    «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 

Palabra de Dios.

V
Jn 12, 23-28
Si el grano de trigo muere, da mucho fruto
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora?
Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

Palabra de Dios.

VI
Jn 17, 24-26
Este es mi deseo: que estén conmigo donde yo estoy
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo:
    «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Palabra de Dios.


© Conferencia Episcopal Española

No hay comentarios:

Publicar un comentario